No es previsible que la mayoría de los votos que se emitan en el primer ejercicio de “revocación de mandato” en la historia de México, el próximo domingo 10 de abril, se pronuncien porque el Presidente López Obrador deje su cargo. Tampoco es previsible que la participación ciudadana en esa consulta sea superior al 40% del padrón del Instituto Nacional Electoral (INE), que haría vinculante (es decir, de cumplimiento forzoso) la resolución mayoritaria, cualquiera que ésta sea.-II-Considerando que, en todo caso, los simpatizantes del Presidente, por conveniencia -los favorecidos por los “programas sociales” que otorgar dádivas económicas- o por convicción, querrán ratificarlo en el cargo, todo apunta a que el resultado de la consulta será muy similar al de las encuestas que le otorgan una aprobación cercana al 6.5%.A su vez, el abstencionismo, que presumiblemente será mayoritario, obedecerá, por una parte, a la tradicional apatía ciudadana (alimentada por la circunstancia de que precisamente el 10 de abril, Domingo de Ramos, inicia la Semana Santa que muchas familias aprovechan para tomar vacaciones) en elecciones que no sean las federales; por otra, a que sustituir al Presidente implica necesariamente inestabilidad política y económica; por otra, a que la reforma constitucional que creó la figura de la revocación de mandato debería aplicarse, en todo caso, al próximo Presidente de la República: no al actual, cuyo período debe concluir en 2024; además, a que muchos ciudadanos se rehúsan a hacer el caldo gordo a una ocurrencia presidencial -la enésima, para ser exactos- que costará más de mil 500 millones de pesos (muchísimo dinero del pueblo) a los que perfectamente podría darse un mejor uso; finalmente, a la casi certeza -según consenso de los entendidos- de que el desenlace de la película, si se cumple el pronóstico de la participación ciudadana insuficiente para que el resultado de la consulta sea vinculante, consistirá -como en el futbol- en que se le eche la culpa al árbitro.-III-Está documentado: el INE -el árbitro, pues- es una de las instituciones que más credibilidad y prestigio tienen entre los mexicanos. Y la razón es muy simple: no es un organismo gubernamental -lo que, ipso facto, invitaría a dudar de su honradez e imparcialidad- sino un estamento conformado por los propios ciudadanos: los vecinos que acuden a la misma tienda o a la misma iglesia, y que llevan a los niños a pasear al mismo parque.Gente de bien, en una palabra.
