Viernes, 26 de Abril 2024

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- Defensa propia

Por: Jaime García Elías

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No se trata, dígase de entrada, de institucionalizar corporaciones paralelas, extraoficiales, clandestinas, ilegales al final de cuentas, como fueron los Escuadrones de la Muerte en Brasil y otros países sudamericanos, o, aquí más cerca, las Autodefensas en Michoacán…

Se trata, simple y llanamente, de que, partiendo de la premisa mayor de que la inseguridad es la constante en nuestro medio, y la menor de que la autoridad constituida, por más que quiera, es insuficiente para garantizar la tranquilidad de todos los ciudadanos y la protección de su patrimonio, se asuma como conclusión, a nivel individual, que cada ciudadano tome las medidas legales que estime pertinentes para reducir los riesgos que implica vivir en estas que alguna vez fueron apacibles y aun idílicas “tierras de Dios y de María Santísima”.

-II-

Ahora, a raíz de casos notorios registrados principalmente en la Ciudad de México, se trata de que los usuarios -mujeres, principalmente- de taxis o vehículos particulares de alquiler que se contratan mediante plataformas digitales, pueden ser víctimas de robos, violaciones, secuestros u otros delitos. Y se trata de la sugerencia de que quienes abordan un automóvil de alquiler, en cualquiera de sus modalidades, tomen una fotografía de la placa y la compartan en sus redes sociales con los hastags predeterminados para el efecto.

Una práctica usual en las plataformas digitales consiste en suministrar marca, modelo, color y placas del automóvil, así como el nombre del conductor. Antaño, también por razones de seguridad, se reglamentó asignar a los taxistas un gafete con su fotografía y su nombre muy claros, y que obligatoriamente debía estar a la vista del pasajero.

-III-

Independientemente de normas como las señaladas u otras que la autoridad pudiera implementar a partir de que la seguridad de los pasajeros debería de ser la prioridad número uno, en parte por ellos mismos y en parte por el sentimiento generalizado de confianza que debiera generarse a favor de quienes han hecho un honesto modus vivendi de la prestación de ese servicio, y sin dejar de reparar en el riesgo tangencial de prácticas ilícitas como la alteración de documentos o el uso de placas sobrepuestas, parece plausible y pertinente que el ciudadano entienda que -sin llegar a los extremos de El Licenciado Vidriera, de las Novelas Ejemplares, que caminaba por media calle para evitar que una teja le cayera en la cabeza y lo rompiera-, ninguna medida de precaución que se tome, ninguna, estará de más.
 

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