Viernes, 26 de Abril 2024

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- Casos perdidos

Por: Jaime García Elías

- Casos perdidos

- Casos perdidos

Serían datos “escalofriantes”, como reza el tópico…, si no se hubieran vuelto rutinarios.

-II-

Para quienes llegaron tarde a la película: hace dos semanas, elementos de la Guardia Nacional descubrieron en la Colonia El Zapote, de Toluquilla -municipio de Tlaquepaque-, una bodega en la que presuntos delincuentes mantenían a ocho personas privadas de la libertad. Liberadas éstas e interrogados aquéllos, las pesquisas derivaron en el hallazgo de una finca vecina, en la que se encontraron bolsas con restos humanos. Hasta ayer, el personal del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses había reportado casi 70 bolsas con fragmentos de cadáveres, y seis más con indicios, pero que hasta entonces no habían sido analizadas. La noticia más reciente consigna que los especialistas en la macabra tarea de articular los cadáveres que los asesinos habían descuartizado, llegaron a la conclusión de que se trataba de 30 cuerpos: seis mujeres y 24 de hombres.

Ítem más: seis de esas personas ya fueron identificadas, al cotejarse algunos indicios con los datos que obraban en poder de la Fiscalía Especializada en Personas Desaparecidas. Adicionalmente, por cruces de información, se puntualiza que seis tenían antecedentes penales; es decir, que habían sido procesadas por diversos delitos.

Según el Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (CEPAD), “Desde el 2008 a mayo de este año, suman 27 mil 851 personas denunciadas como desaparecidas en Jalisco”. La misma fuente señala que cada día se reportan 14.5 personas desaparecidas en la Entidad. Falta saber cuántas han sido localizadas… aunque sea muertas, en una de las tantas fosas clandestinas encontradas en el Estado.

-III-

Se ha perdido la cuenta de las marchas y manifestaciones realizadas por familiares y allegados de los desaparecidos, antes para “exigir” su localización, después para dejar constancia de que tales “exigencias” han sido prácticamente estériles, por una razón tan dolorosa como elemental: que encontrar a una persona desaparecida es -valga el tópico- como buscar una aguja en un pajar.

Así lo entienden los miles de automovilistas que a diario circulan por la Glorieta de los Niños Héroes (rebautizada como “de lo(a)s desaparecidos(a)s”), y que, a la vista de las decenas de carteles que penden de sus muros y barandales, llegan (algunos con dolor, otros con indiferencia) a la conclusión de que se trata -parte por la descomposición social reinante, parte porque el fenómeno les ha quedado grande a las autoridades- de casos, en su gran mayoría por desgracia, irremisiblemente perdidos.
 

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