Lunes, 06 de Octubre 2025

Alberto Anaya Adalid: maestro de la luz en la pantalla

Su nombre se ha vuelto sinónimo de calidad en las producciones mexicanas en las que ha participado en años recientes

Por: El Informador

El director de fotografía se ha consolidado gracias a los múltiples proyectos en la pantalla grande y series. CORTESÍA

El director de fotografía se ha consolidado gracias a los múltiples proyectos en la pantalla grande y series. CORTESÍA

En la última década, el nombre de Alberto Anaya Adalid se ha vuelto habitual en los créditos de algunas de las producciones más relevantes del cine y la televisión mexicana. Director de fotografía con una sólida formación en el Centro de Capacitación Cinematográfica, ha desarrollado un estilo propio que oscila entre lo pictórico y lo realista, siempre atento al detalle histórico, a la textura de los espacios y a la sensibilidad de los personajes. Su trabajo no es accesorio: construye universos visuales que sostienen la fuerza narrativa de cada proyecto, lo cual es ejemplo en producciones como “Historia de un crimen: Colosio”, “Diablero”, “Narcos México”, “Qué viva México” y “Somos oro”, entre otras.

Entre sus proyectos recientes destaca “Las Muertas”, miniserie dirigida por Luis Estrada a partir del universo literario de Jorge Ibargüengoitia. Ambientada en el Bajío de los años setenta, la serie recrea con crudeza el caso real de trata de mujeres en México. La fotografía de Anaya Adalid imprime un tono lúgubre y opresivo: interiores con focos escasos, paisajes áridos, pueblos sumidos en penumbras. Todo ello contribuye a construir una atmósfera que no solo ilustra, sino que hace sentir al espectador la precariedad y la violencia estructural de aquella época. 

Más recientemente, en “El Dentista”, Anaya Adalid consolidó su madurez como director de fotografía. Ambientada en el México del siglo XIX, la película exigía una recreación minuciosa de la luz de época, cuando la electricidad apenas llegaba a unos cuantos hogares. Con velas, lámparas de aceite y claroscuros casi tenebristas, el fotógrafo logró una atmósfera que remite a la pintura barroca y que dota de densidad dramática a la narración.

“Es muy lindo haber sido parte de todas estas producciones. Ha sido, digamos, fortuito en un sentido, porque me tocó de alguna manera estar cerca de todo eso, de todos esos sistemas de producción”, comparte Alberto en conversación con EL INFORMADOR

“En efecto, tuve la suerte de participar en cosas que, creo, lo primero fue ‘Capadocia’, hace muchos años, que fue la primera gran serie hecha en México. Nadie sabía cómo hacerlo; incluso te diría que fue un experimento complejo en el sentido de que todavía se filmaba con las características relativamente de un rodaje de televisión, pero en cine”, agrega. 

“La posibilidad de haber participado en cosas emblemáticas en la historia visual de México es muy lindo, porque forman parte de un imaginario que la gente ve, recuerda y puede usar como referencia cultural. La aproximación visual siempre ha sido tratar de seguir los proyectos y las visiones de los directores”.

En “Narcos: México” trabajó como director de la segunda unidad durante dos temporadas. Allí tuvo la oportunidad de aprender de otros directores de fotografía de primer nivel, reproducir estilos visuales distintos y acceder a equipos técnicos que en México resultaban inalcanzables. Esta experiencia lo fogueó en producciones de gran escala y le permitió ampliar sus posibilidades estéticas. Aunque muchos de sus trabajos abordan temas sociales o críticos, Anaya Adalid explica que él no los busca deliberadamente; más bien, los proyectos llegan a él.

Después de haber participado en “Colosio” y “El Chapo”, fue natural que lo propusieran para “Narcos”. También ha explorado la comedia, como en “5 días sin Nora”, “La balada de Hugo Sánchez” y “Somos Oro”. Lo que une a todas sus obras es la manera en que la crítica social se filtra incluso en los géneros más ligeros.

“Sobre lo que me motiva a participar en estos proyectos, muchas veces llegan por invitación. No es algo que yo siempre busque, pero todas las producciones están permeadas por cierta crítica social”, cuenta Alberto. “El tipo de proyectos te va llevando de uno a otro. Por ejemplo, antes de ‘Narcos’ hice ‘Colosio’ y ‘El Chapo’, así que cuando me propusieron participar en ‘Narcos’ era natural por la temática y las atmósferas. Aunque también he hecho comedia, que, aunque sean comedias, también están permeadas por cuestiones sociales. Normalmente me buscan quienes están haciendo los proyectos; por los años de trayectoria y cercanía con compañías de producción y directores, me hablan y me acercan a nuevas propuestas”.

Un aprendiz de las grandes figuras

Para él, la fotografía está marcada por el guion, la época y el lugar donde transcurre la historia. No es lo mismo iluminar una casa en Mérida que en Coahuila, ni recrear el México de 1870, cuando apenas llegaba la electricidad, que los años setenta en el Bajío, con pueblos sumidos en penumbra. Cada proyecto le exige investigar y recrear atmósferas específicas. La luz, dice, siempre cuenta algo del contexto histórico y social.

Sus influencias van de los grandes directores de fotografía mexicanos, como Rodrigo Prieto y Emmanuel “Chivo” Lubezki, hasta figuras internacionales como Roger Deakins o Gordon Willis. También se inspira en fotógrafos mexicanos como Graciela Iturbide, Héctor García, Juan Rulfo y Nacho López, quienes le enseñan a dar importancia al contexto detrás de los personajes. Además, reconoce en la pintura clásica -Caravaggio, Rembrandt, Velázquez- una fuente permanente de inspiración para recrear atmósferas y temperaturas de luz.

“He admirado a Rodrigo Prieto y Emmanuel ‘Chivo’ Lubezki, que fueron la punta de lanza de nuestra generación, pero también a Ángel Godoy y Gabriel Figueroa”, dice Alberto. “También me inspiro en fotógrafos de foto fija como Graciela Iturbide, Héctor García, Juan Rulfo o Nacho López”. 

En trabajos como “Que viva México’’ o “Las Muertas” sus imágenes han sido fundamentales para darle contexto a las escenas.

“Lo bonito es cómo estas referencias se mezclan con el imaginario de directores y diseñadores de producción para crear algo nuevo. La imagen cinematográfica está hecha de muchas imágenes de otros, pero también es una creación propia. Pintores como Caravaggio, Rembrandt o Velázquez siempre están presentes como referentes visuales. Muchas veces en un set te remite a esas pinturas o escenas de otras películas, y aunque la escena final sea distinta, la luz, el color o la temperatura llevan algo de esos autores”.

Con la mira en nuevas metas

Tras el estreno de “El Dentista” y “Las Muertas”, Anaya Adalid se muestra satisfecho de haber concluido proyectos tan demandantes. Explica que la postproducción siempre le deja la inquietud de si lo que hizo estuvo realmente bien, pero al final, cuando las obras se estrenan, adquieren vida propia y encuentran su lugar en el público. Actualmente se encuentra en etapa de preparación e investigación para nuevos proyectos, que verán la luz en el futuro cercano.

“Siempre queda la duda de si lo que hiciste está realmente bien. Con el tiempo, al ver lo que ya casi habías olvidado, puedes reconocer lo que funcionó y lo que cambiarías. Al final, las producciones quedan libres, con vida propia, y es muy satisfactorio ver que a la gente le gustan. Eso es lo más importante: más allá de cómo cambiemos nosotros, ya dejamos una visión para la posteridad, una huella de quiénes éramos en ese instante, en cierta serie, en cierta imagen, en cierta secuencia”, finalizó.

CT

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