Jueves, 16 de Mayo 2024
México | El sonido y la furia por Martín Casillas de Alba

¡Tú, miserable futbolista!

Los puritanos estaban en contra de todo lo placentero y divertido. Uno de ellos fue Phillip Stubbes (1555-1610), autor de ''La anatomía de los abusos'', puritano de pura cepa que escribió protestando contra el futbol y los futbolistas

Por: EL INFORMADOR

No sabía que desde 1314 se jugaba futbol en Londres y que, desde entonces, era tan popular, tanto que Eduardo II promulgó un decreto para prohibir que se jugara, pues “el ruido en la ciudad producto del ajetreo público durante los partidos de futbol es causa de muchos males (que Dios prohíbe, por eso): a nombre del Rey, declaramos y prohibimos, bajo pena de cárcel, que se juegue futbol en el futuro”. El decreto no funcionó ni cuando los siguientes reyes medievales intentaron aplicarlo por su cuenta y riesgo.

Encontré otros textos además del decreto. Olivier Cromwell fue un poderoso puritano que derrocó a Carlos I, antes de destruir los teatros e intentar acabar con el futbol. Por fortuna, pierde el poder y se inicia la Restauración en 1660, volvieron a jugar futbol y fue todavía más popular.

Los puritanos estaban en contra de todo lo placentero y divertido. Uno de ellos fue Phillip Stubbes (1555-1610), autor de “La anatomía de los abusos”, puritano de pura cepa que escribió protestando contra el futbol y los futbolistas.

Decía “que ése no era un ‘juego amistoso’ sino que, en realidad, era una manera de practicar sangrientos asesinatos... Cuando va el contrincante corriendo, lo tiran al suelo y le sangran las narices... Otras veces les rompen el cuello o los brazos, y cuando les dan en los ojos parecen que les salen. Son pocos los que se escapan de salir maltratados y sufren las consecuencias, pues en cada partido hay heridos, magullados, agrietados, y si tratan de escapar (con la pelota) son perseguidos y los chocan entre dos dejándolo con el corazón apachurrado, si es que no lo golpean con los codos debajo de las costillas y con las rodillas, cerca de las caderas o le dan puñetazos como si fuesen armas mortales”.

“Me opongo a ese juego —decía Stubbes—, porque ahí es donde nace la envidia, la malicia, el rencor, la cólera, el odio, los disgustos y esas enemistades que muchas veces terminan en peleas, contenciones, pica-pleitos y homicidios, partidos donde hay una gran efusión de sangre como ya lo hemos visto por experiencia propia. ¿Será este juego asesino un buen ejercicio para los días de descanso (Sabbath)?”

Otro texto del siglo XVI es de Shakespeare: cuando el rey Lear ha sido ofendido por su hija mayor y el ambiente está caldeado, el fiel amigo del rey como era Kent, le llama la atención al mayordomo de la hija prepotente diciéndole: “¡Tú, miserable futbolista!” — “You base football player!” (Rey Lear, 1.4. 84-5). Con esto creo que nos podemos dar cuenta lo que pensaban de los futbolistas en la época isabelina que nada tiene que ver con lo que ahora pensamos de ellos. ¿Será?

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