Viernes, 03 de Mayo 2024
México | TEMAS PARA REFLEXIONAR POR FLAVIO ROMERO DE VELASCO

Trigo sin paja

La migración laboral no sólo es un intrincado problema político, sino un hondo problema humano

Por: EL INFORMADOR

Flavio Romero de Velasco.  /

Flavio Romero de Velasco. /

Cualesquiera de los conservadores que pretenda el poder, es la imagen misma de la clase media mexicana católica, puntualmente conservadora que consciente o inconscientemente se sabe poseedora de una base popular sólida y amplia: la de la mayoría guadalupana que se siente encarnación del Espíritu Santo, y que es practicante básica de rodilla pelada y corona de espinas.

Pero también hay otra clase media, practicante o no, poseída de la costumbre de un país laico y creyente que ha protagonizado con el estandarte guadalupano, las luchas por la independencia y la revolución y ha cambiado de signo conservador, sólo cuando los conservadores han obstaculizado el desarrollo económico, político y social de la mayoría católica, liberal o revolucionaria.

Ejemplos: la oposición conservadora a las leyes de reforma de Benito Juárez; el apoyo conservador a la intervención francesa y al imperio de Maximiliano, y la lucha contra la Constitución de 1917.

El problema migratorio ha pasado a ser un grave problema de alcance mundial.

La globalidad de las migraciones indocumentadas afecta a todos los países.

Una revisión de las fronteras del mundo nos permite observar que la migración laboral no sólo es un intrincado problema político, sino un hondo problema humano que evidencia desempleo, atraso, miseria estremecedora y horizontes sin esperanza, bien se trate de chinos entrando a Siberia, de bolivianos en Argentina o de mexicanos y centroamericanos al imperio de la inhumanidad y la explotación.

Triate es la condición del hombre cuando en las postrimerías de su vida la miseria es su asidua compañera.

Al Vermeer Van Delft, el extraordinario pintor holandés, su viuda pagó con dos de sus extraordinarias pinturas lo que debía al panadero. Después, Vermeer Van Delft fue castigado con pena de olvido.

Dos siglos demoró en regresar al mundo. Los pintores impresionistas lo rescataron. Renoir, el gran impresionista francés, dijo que su retrato de la mujer haciendo encajes era la pintura más bella que había visto.

Vermeer, cronista de la trivialidad, no pintó más que su casa y algo del vecindario. Su mujer y sus hijas fueron sus modelos, y sus temas los quehaceres del hogar.

Siempre lo mismo, pero nunca lo mismo; en esa casera rutina él supo descubrir, como Rembrandt, los soles que el oscuro cielo del norte le negaba.

La eternidad de su obra todavía se duele del recuerdo de sus acreedores.

La belleza que emana de la apariencia de las grandes obras plásticas no es sólo artística, pues, además de deslumbrarnos, nos inquieta, ya que parece dar sentido y realidad a esas hermosas e incomprensibles palabras que la religión suele usar: gracia, alma, milagro, trascendencia, espíritu.

Mostrar yerros, a veces se antoja disidencia pecaminosa y heterodoxia condenable.

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