Martes, 07 de Mayo 2024
México | Por Juan Arturo Covarrubias Valenzuela

Reflexiones

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Por: EL INFORMADOR

El inicio de año viene, generalmente, cargado de buenas intenciones. El esfuerzo de definir lo que queremos hacer o cambiar, tomando en cuenta lo sucedido el año que nos precedió, es un elemento natural para el análisis, probablemente rústico en el sentido de que nuestros futuros son  idealizados en cuanto a su magnitud. En un marco más amplio, me parece que la visión de dicho análisis tiene que conllevar preocupaciones que rebasan el ámbito personal, es decir, qué puedo hacer yo para ser parte de la solución.

El espacio de nuestros problemas es sólo un referente de las posibilidades que tenemos como país. No se trata de analizar indicadores duros y fríos, como sugieren los economistas, sino de identificar cuáles son nuestras fortalezas como sociedad. La reflexión se orienta a precisar el cómo sí de cara a la competencia mundial; con qué elementos cuenta nuestro país para ser exitoso; cuáles son las condicionantes cuantitativas y cualitativas.

Por eso hoy más que nunca el hombre tiene necesidad de reflexionar y dar una debida dimensión a lo que ha recibido. La vida tiene ciertamente caminos difíciles, el patrón dirige, sugiere, sin embargo hay quienes no entendemos o no queremos escuchar. Cada individuo cuenta con el libre albedrío, que es el derecho natural a decidir lo que desea hacer. Sin tratar de polemizar con las teorías individualistas de pensadores como Spinoza o Nietzche, lo cierto es que el hombre tiene la capacidad cuando menos de intentar ir a donde mejor le convenga. Ese solo elemento nos obliga a pensar que lo que debemos hacer como sociedad, es generar las condiciones mínimas para que la inmensa mayoría pueda tener la posibilidad de alguna elección de rumbo. Si no construimos esos elementos para la libre determinación, simplemente estamos ahogando, frustrando las posibilidades de toda la sociedad. Por otro lado, aunque también es cierto que hay muchas circunstancias en la vida que no escogemos, me parece que podemos afirmar que quien construye su futuro en puentes sólidos, de material duradero, no lo verá deteriorado con el mal tiempo.

Nadie, absolutamente nadie nos va a regalar aquello que realmente vale. Cada uno de nosotros tiene que luchar por conseguirlo. Nuestro compromiso debe de ser entonces muy preciso: hay que trabajar más por nuestras familias, por el prójimo y más aún por nuestro país, para contribuir a generar los cambios necesarios, y convencernos de que nuestra opinión constructiva puede ser un factor de cambio. Sí, aunque suene viejo y trillado, tenemos que ser conscientes de que somos dueños de lo material sólo por un rato.  Lo realmente importante es transmitir que podemos generar una sociedad de valores, democrática y sobre todo más equitativa.

Ya es tiempo. Ya dejamos muchos años que la manipulación de la educación nacionalista lesionara la filosofía de conductas correctas. Conductas que nos lleven a tomar una corresponsabilidad en el análisis y sus posibles resultados. Existen pocos países tan diagnosticados como el nuestro, pero ¿por qué si somos tan ricos en recursos naturales, gente, ubicación geográfica, somos tan desafortunados? ¿Por qué un país que tiene absolutamente todo no puede sacar de la pobreza a más de 50 millones de mexicanos? ¿Cuál es el ingrediente que puede detonar la responsabilidad de los políticos y sus partidos? ¿Es creíble que la alternancia, por muchos buscada, sólo haya servido para el acomodo de los intereses de los que quieren gobernar? ¿Será posible que nos conformemos con la idea de que “así es México” o “así es Jalisco”? Qué lástima pero ¿de veras no hay nada que podamos hacer?

Despertemos de la pesadilla del negativismo simplista en que vivimos y que nubla los esfuerzos. Se trata precisamente de reconciliar el pensamiento positivo para generar esperanza, con un horizonte que sí es factible. Hoy, lamentablemente unos pocos son los causantes de detener el rumbo del cambio. No debe haber intereses por encima de los de la mayoría. ¿De qué nos sirve tener una Constitución que tiene bases históricas de igualdad y generosidad, de justicia para todos, si es poco menos que letra muerta, inaplicable en gran parte de los casos? Resulta verdaderamente una vergüenza que la mayor parte del pueblo mexicano esté convencido de que la justicia es sólo para los ricos y la rendición de cuentas una falacia.

En cuanto a la educación, somos uno de los países peor calificados en el mundo. El porcentaje del presupuesto que el gobierno dedica a la educación no es nada bajo, incluso ante parámetros internacionales. Entonces ¿cómo es que tenemos uno de los sistemas educativos más atrasados?, ¿por qué no tenemos, al menos en América Latina, uno de los primeros lugares en calidad educativa?; ¿por qué el maestro dejó de ser el ciudadano importante y respetado que solía ser?; ¿será porque fue sindicalizado sin su entero convencimiento para fines partidistas? Vale la pena recalcar que la calidad de educación es el elemento que tiene la relación más estrecha con la calidad de vida de las personas y las familias. Ahí no puede haber debate, ni siquiera por los intereses políticos de “la maestra”. ¿Quién entonces, tiene la facultad legal, moral, constitucional de exigir? Nosotros. ¿Quién puede defender intereses personales sobre los públicos? Por supuesto: nadie. México y Jalisco deben erradicar la idea de los imposibles.

Debemos tener claro en nuestra reflexión el enorme potencial de nuestro país. El liderazgo mundial en manufactura de alta calidad en la industria automotriz, de componentes electrónicos, calzado, son sólo una muestra de que si en México institucionalizamos una buena capacitación con incentivos por productividad, podemos estar entre los más competitivos del mundo.

Remedios para nuestros problemas existen. La sociedad organizada debe entender que si no pasamos del diagnóstico a las acciones claras seguirán aumentando los pobres, no se rendirán las cuentas del dinero de todos, seguiremos atados a una educación que no ayuda a nuestros muchachos a prepararse para enfrentar la competencia mundial, los partidos y los políticos seguirán provocando un desequilibrio que no fomenta el acuerdo necesario para avanzar.

La celebración del centenario y bicentenario puede ser una espléndida plataforma para juntar nuestras exigencias y pesares. Las preguntas y respuestas las han generado miles de mexicanos que primero se revelaron en contra de la injusticia, la falta de equidad y la pobreza. Esa fue y debe seguir siendo la base natural de nuestras exigencias como sociedad. La búsqueda debe ser precisa y clara ¿Cómo podemos generar una mejor calidad de vida para todos? En lugar de seguir provocando al México bronco tomemos acciones para despertar a ese México maravilloso que sí quiere salir adelante, estructuremos políticas claras para que la sociedad genere esa enorme fuerza monumental capaz de cambiar países y estructuras caducas. Es cuestión de decidirnos. El hoy existe como una época de nueva conciliación, de demostrar que el status quo puede ser cambiado. Es hora de que cambiemos a nuestro país. La política es demasiado importante para dejársela sólo a los políticos. Feliz año.

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