Domingo, 26 de Mayo 2024
México | POR LOURDES BUENO

Infligidas heridas de sangre

La marcha por la paz llegó a la capital del país. Hombres y mujeres sumados en una pacífica y silenciosa marcha por el fin de la violencia indiscriminada que tiene por víctima a la población inocente

Por: EL INFORMADOR

Lourdes Bueno.  /

Lourdes Bueno. /

La marcha por la paz llegó a la capital del país. Hombres y mujeres sumados en una pacífica y silenciosa marcha por el fin de la violencia indiscriminada que tiene por víctima a la población inocente. Una callada pero enérgica protesta para terminar con esta forma de combate, sin inteligencia, con demasiada beligerancia. Porque no se trata de dar rienda suelta a la delincuencia, sino de elegir una estrategia donde la inteligencia tenga sitio privilegiado y la tranquilidad de los ciudadanos sea prioritaria, cosa que hoy no ocurre.

Y al paso de la marcha por distintos poblados, las expresiones de apoyo se sucedieron una y otra vez; las comunidades, sin retribución alguna, les llevaron agua, alimentos y solidaridad, esa vieja compañera que los pueblos indígenas viven todavía y que el mundo neoliberal ha aniquilado.

En Tres Marías, un fuerte aplauso que se prolongó varios minutos. Los participantes, en explícito compromiso por la paz, sólo elevaron sus pancartas en el elegido cumplimiento de su responsabilidad ciudadana; levantaron sus pancartas para enviar un mensaje claro a las autoridades, ésas que cada vez escuchan menos y ven para un único lado: sus intereses.

En la carretera, Gabriela, dentro de su puesto de comida explicó: “Los recibimos así porque ya es tiempo de que alguien haga algo por todo lo que está pasando”. Y tiene razón, porque en aras de esa forma de combatir al narco, se ha dejado indefensa a la población que vive robos, secuestros, asesinatos en la indefensión total.

Entonces, no se trata de dejar las manos libres a la delincuencia, sino de elegir una estrategia basada en inteligencia y, sobre todo, en el cuidado de la tranquilidad de los mexicanos. Una tranquilidad que cada vez parece —en testarudez incomprensible— más lejana. Porque la estrategia que está en operación ni acaba con el narco, multiplicación sin fin… y sí descuida la seguridad cotidiana del ciudadano, amén de su vida.

Porque otros países, como Panamá, también combaten al narcotráfico, pero lo hacen con más certeros medios; tiros de precisión que no de escopeta… Porque en Estados Unidos se combate el tráfico, pero la población queda deslindada de la violencia. Porque en España, Francia y Alemania se combate no sólo al narco, sino aún al terrorismo, pero la población no es dejada en la línea de fuego, a merced de la violencia y de la muerte. Y, si se puede allá, ¿por qué no aquí?

Entonces, no se trata de claudicar, sino de aguzar el ingenio y, sobre todo, de poner en práctica el sentido de responsabilidad para con la ciudadanía que espera el respeto a su vida; porque el entorno de violencia en escalada se ha vuelto polvorín que estalla a diestra y siniestra fracturando, en inflingidos jirones de sangre, a este dolido país. Y esto, la muerte: debe parar.

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