Jueves, 02 de Mayo 2024
México | Obama salió el viernes 17 de abril, presumiblemente, a cambiar la historia reciente de América Latina

Estados Unidos, el vecino que se acerca

Nueve de los predecesores de Obama, mantuvieron la esperanza de doblegar a la revolución cubana por la vía de un embargo comercia

Por: EL INFORMADOR

MÉXICO.- El primer viaje de Barack Obama al Sur del Río Bravo es una visita de Estado a México, de donde salió el viernes 17 de abril, presumiblemente, a cambiar la historia reciente de América Latina, comenzando la apertura política de Estados Unidos con Cuba.

En el marco de un encuentro de la Organización de Estados Americanos (OEA) que se celebrará en Trinidad y Tobago, se espera que el presidente Obama, quien no había nacido cuando Fidel Castro y sus guerrilleros bajaron de la Sierra Maestra para hacerse del poder y no dejarlo nunca más, anuncie el relajamiento de la prohibición de viajes de estadounidenses a Cuba y el envío de remesas desde su país a la isla.

Nueve de sus predecesores en la oficina oval de la Casa Blanca —Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton y Bush hijo— mantuvieron la esperanza de doblegar a la revolución cubana por la vía de un embargo comercial que más, mucho más, ha afectado a la población cubana que a sus dirigentes comunistas.

El Muro de Berlín cayó en 1989 y el muro de la calle en Nueva York, que simbolizaba el capitalismo, se ha resquebrajado en este 2009. La historia ha cambiado tanto en estos años, que la rivalidad entre Estados Unidos y Cuba aparece claramente como un anacronismo difícil de mantener.

El tránsito físico no llega; Fidel, el octogenario, pasó la estafeta a su igualmente añoso hermano y es un absurdo seguir esperando a una salida biológica para cambiar un status quo político que ya nadie entiende.

Cuba fue expulsada de la OEA en la década que nació el actual mandatario de Estados Unidos, porque se temía, y con razón, que ayudara a extender el manto del comunismo que exportara su ideología en América Latina.

Ni el Estado que jalaba los hilos de la Internacional Socialista, ni la ideología misma viajan fácilmente en la región, por lo cual es compresible que el primer presidente de Estados Unidos que ha vivido fuera de su país decida declarar que el emperador no tiene ropa y que el embargo económico de poco sirvió y sirve.

México lo dijo siempre: cuando no era fácil oponerse a las sanciones de Estados Unidos contra Cuba, la diplomacia mexicana repudió el embargo una y otra vez.
Sólo Canadá y México votaron contra la expulsión de Cuba de la OEA, un club de naciones en el que, en cambio, se sentaban tranquilamente los dictadorzuelos en turno que sí estaban dispuestos a seguir las órdenes de Washington.

El tiempo llegó de cerrar el capítulo y no deja de ser significativo que el viaje del presidente Obama por la historia comience en México.

En el primer encuentro oficial entre Felipe Calderón y su homólogo estadounidense —el anterior fue oficioso en tanto que Barack no había rendido protesta y no era todavía presidente en funciones—, uno de los elementos obligados a analizar fue el tráfico ilícito en los dos sentidos: de Norte a Sur de armas y de Sur a Norte de estupefacientes.

Obama llegó en medio de un vigoroso debate entre los conservadores de su país que necesitan un nuevo miedo. Ante la guerra de Iraq que se desacelera y la de Afganistán que le queda lejos al estadounidense común, ¿qué mejor que asustar con el lobo de un Estado fallido en la casa de junto?

Pero sean las razones que sean la coyuntura de la visita, para México puede ser interesante porque el reconocimiento de corresponsabilidad en el tema del narcotráfico es un gran paso adelante para un país acostumbrado a vivir en la negación.

En cuanto al tema de lo multilateral, ¿qué mejor que después de una visita a México que tan gallardamente sostuvo la defensa de la soberanía de una nación como Cuba, salga el presidente de Estados Unidos rumbo a una reunión que puede revertir cinco décadas de políticas obtusas hacia la isla?

Lo que pase este fin de semana no va a revertir los abusos a los derechos humanos de los cubanos, ni va a hacer más fácil la pesadilla de la vida cotidiana en Cuba, pero sí va a reescribir unos renglones torcidos de la historia hemisférica. Eso es, en sí y por sí, bastante.

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