Entretenimiento | El gallero también se cuece aparte Saturnino Herrán (3) La ofrenda -óleo sobre tela de 185 pos 209 centímetros, fechado en 1913 y exhibido hoy en día en el Museo de Aguascalientes- es otro de los cuadros que mejor sintetizan el aliento artístico de Herrán Por: EL INFORMADOR 18 de octubre de 2008 - 23:27 hs GUADALAJARA, JALISCO.- La ofrenda -óleo sobre tela de 185 pos 209 centímetros, fechado en 1913 y exhibido hoy en día en el Museo de Aguascalientes- es otro de los cuadros que mejor sintetizan el aliento artístico de Herrán. Se trata de una magna composición diagonal que permite el suave (y al mismo tiempo dinámico) deslizamiento de una barca sobre un canal. La barca porta a un grupo de indígenas recolectores de tzempoasúchiles. Es el México profundo con personajes danzando a la manera renacentista: recordemos que Herrán conjugaba elementos disímbolos a través de sincretismos inéditos. La escena tiene un poder magnético: los personajes son vigorosamente plásticos pero cargados por un drama que heredaron desde el México colonial. Están vivos, sin duda; los músculos de los brazos masculinos proyectan garra y resistencia: también esto es evidente; las mujeres -tanto la sentada en primer plano con su lactante apretujada contra su cuerpo gracias al rebozo, como la niña en segundo plano que nos observa acusadoramente- proyectan salud y vigor: convengamos también en ésta premisa pero, el trasunto es mas complejo por ambivalente. ¿A donde quiero llegar? A que hay tensión y un réquiem contenido en torno de la condición histórica lacerada de los indígenas mexicanos pero, simultáneamente, Herrán también hace una clara exaltación -en momentos idealizada- del potencial de la raza emergente. Verifiquémoslo por conducto del amarillo intenso de las flores o por medio de las ondas rítmicas y luminosas que el agua produce; sumemos el enérgico contraste de los ropajes y la solidez de la estructura tanto de los cuerpos como de la barca de madera. Todas las premisas antes citadas -junto con muchísimas otras- alimentaron un imaginario mexicano en las décadas pos revolucionarias. Este imaginario, cabe precisarlo, en ocasiones sufría visiones deformadoras e idílicas que el lente empañado de los regímenes emergentes insistían en recetarle a los confundidos feligreses. Tal vez, en su momento, tales distorsiones tenían cierta justificación pues buscaban la legitimación, la revaloración o la reconstrucción de la nación bocabajeada pero hoy, con la distancia que la perspectiva histórica ofrece: ¿cómo podemos interpretar los rezagos socioculturales, la humillación y la fallida emancipación de los 10 millones de indígenas mexicanos, para no hablar de nuestras inconsistencias democráticas? Empero, tal imaginario generó una estética visual, la cual, para bien y para mal, se tradujo en parte del Cine Mexicano, en el Muralismo y en la Escuela Mexicana de Pintura. Herrán, seguramente sin proponérselo, fue un eslabón precoz de la larga cadena. Esto, junto con sus altos aportes plásticos y su -a ratos dudosa- visión emancipadora del mestizaje mexicano lo convierten en uno de los indispensables de la cultura moderna mexicana. El gallero también se cuece aparte. Es un óleo de 108 por 71 centímetros fechado en 1912 y forma parte de la colección del Museo de Aguascalientes. Aquí nos topamos con un torvo y, simultáneamente, cálido y entrañable personaje: es un hombre del pueblo portando sombrero y gran jorongo grana con negro. Sostiene un enorme gallo de pelea en medio de un palenque. Una vez más, Herrán logra una potente chispa eléctrica: su habilidoso empleo de los puntos dinámicos en la composición nos remiten, de manera implacable, tanto a la cabeza y amenazadoras navajas amarradas a las patas del animal, como a la sardónica mirada del amo enfiestado. La composición se dinamiza -cual fiel estilo herraniano- con el movimiento inclinado tanto de las bandas del jorongo como del cuerpo emplumado del ave pasando por el recorte diagonal de luz y sombra sobre la arena. La sangre mestiza brinca, además, por conducto de la tez bronceada del hombre contrastada por un elemento -en principio- ibérico: me refiero a la barba poblada del gallero. El cuadro es soberbio, sincero, “redondo”. Sintetiza con gran eficacia a uno de los iconos de la cultura popular mestiza en México. navatorr@hotmail.com Temas Artes Plásticas Artes Lee También Construyen un puente entre culturas y países Rubberband inaugura el Festival Cultural de Mayo con fusión de estilos en escena Ermilo Espinosa se abre al público en el MUSA con “Delirios abisales” Un mes para vivir la cultura al estilo Jalisco Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones