Martes, 15 de Julio 2025
Entretenimiento | Aunque pareciera ajeno, es al sector cultura al que corresponde la atención

Entre los muchos y los poquitos

Las funciones básicas que en materia de cultura el Estado asume, podríamos circunscribirlas en tres palabras: formación, fomento y difusión.

Por: EL INFORMADOR

Las funciones básicas que en materia de cultura el Estado asume, podríamos circunscribirlas en tres palabras: formación, fomento y difusión. Y que corresponde por su naturaleza misma a un frente individualista; es decir, a la aplicación de políticas públicas que salvaguardan ciertos derechos de las expresiones individuales.

Pero ¿qué sucede con la otra responsabilidad del Estado en materia cultural, aquélla que corresponde a salvaguardar la supervivencia de la sociedad a través de sus valores, costumbres y tradiciones?

Es en este apartado donde la cultura, vuelta ya materia jurídica, puede tornarse inequitativa y parcial, porque las medidas y las decisiones deben responder a lo complejo y plural de una sociedad, deben contemplar si no la inserción o integración de todas las manifestaciones y expresiones culturales, al menos el reconocimiento de las mismas. El reconocimiento y valoración como partes fundamentales del caleidoscopio social.

Aunque pareciera ajeno, es al sector cultura al que corresponde la atención, la contemplación programática de grupos y asociaciones llamadas vulnerables, de organizaciones no gubernamentales que buscan y luchan por su reconocimiento social, por que se les otorgue un trato igual que a los demás, porque al igual que otros, son quienes prefiguran las manifestaciones populares y urbanas, indígenas, indumentarias y musicales, entre otras.

Para los grupos minoritarios que cada vez son más y se expresan de manera cotidiana, inherentemente social, se requiere el replanteamiento del respeto que se merecen y la cabida que deben tener en programas y presupuestos.

La emancipación de estos grupos, comúnmente originados a partir de gustos musicales, exige una revisión de la oferta cultural oficial, que lo menos que puede ofrecer es el respeto a sus expresiones y la garantía a su seguridad integral. Caso contrario, representaría un alto costo que rebasa el ámbito cultural, dado que son manifestaciones culturales que se extienden en la vida cotidiana de la comunidad e influyen voluntaria o involuntariamente, en la organización sociopolítica.

Ocuparse de todas las posibles expresiones culturales es un requerimiento para avanzar por el camino del desarrollo.

Para una buena administración de la cultura, la base indiscutible de la cual partir, es el conocimiento de los valores de la sociedad. Los valores dan identidad, y si bien esa identidad se forja con la forma de ser de los jaliscienses -cuya preservación buscamos-, también es cierto que esa identidad es un proceso, un continuo cambio, una constante transformación que nos define y a la vez nos diluye. No podemos estar apartados de lo que sucede en el frente, ni de lo que sucede al lado, y no podemos negarnos a su interacción, somos parte de lo que es diferente y producto de su convulsión.

¿Cómo conservar entonces nuestras tradiciones y costumbres? Compartiéndolas con los distintos a nosotros y respetando las de ellos. De ahí la importancia en que las políticas culturales conlleven un carácter formativo, que incida en los gustos, en la forma de entretenimiento y en la valoración de las costumbres y tradiciones por parte de los más jóvenes respecto de lo nuestro, de lo que nos define como sociedad. Porque sólo lo conocido es posible de ser apreciado.

 

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