Sábado, 11 de Octubre 2025
Deportes | A propósito por Jaime García Elías

*Miguel y Javier

A propósito por Jaime García Elías

Por: EL INFORMADOR

Menos mal que Miguel Sabah ya ha corrido la legua en este negocio de la pelota gallega. Menos mal que el “Chicharo” Hernández tiene en su entorno familiar a personas sensatas que pueden orientarlo...

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Uno y otro, hoy por hoy, si no tuvieran en sus alforjas el tesoro de la experiencia propia y ajena, correrían el riesgo de desubicarse.
El gol de Sabah, la semana pasada, válido para la victoria de México sobre Estados Unidos en el partido de la eliminatoria mundialista, le permitió cambiar por las cañas de los elogios, las lanzas de los denuestos que recogió poco antes, cuando falló un penalty ante Costa Rica en la reciente Copa Oro. Los que ha anotado con el Morelia y que tienen a su equipo en el liderato del Torneo Apertura, ha sepultado en el olvido las críticas que se le dedicaron por lo intermitente de su trayectoria en los Guadalajara y Cruz Azul.

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Los goles del “Chicharo” en lo que va del certamen, por lo consiguiente: el que no anotó contra el Toluca no dio dividendos al equipo se perdió por 4-3, pero los dos del sábado pasado, ante el Querétaro, bastaron y sobraron para que el balcón se llenara de jilgueros.
Menos mal decíamos arriba que su padre, de quien heredó el nombre, y su abuelo (Tomás Balcázar, figurísima en el Guadalajara del “Ya merito”) están ahí para evitar que la cabeza se le llene de humo y para advertirle que este juego se parece a la Rueda de la Fortuna: a veces como ahora se está arriba... y a veces se está abajo.

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Sería sensacional que las rachas de Miguel y Javier tuvieran continuidad; que fueran los goleadores que hoy se dice que son...
Sin embargo, no estaría de más recordar que constituyen legiones los nombres de jugadores mexicanos que fueron flores de un día. Por mencionar algunos de los ejemplos más recientes, ahí están los casos de Landín, Villaluz, Cacho, Carlos Ochoa, Omar Arellano, el mismo Omar Bravo... De todos ellos se dijeron maravillas. De todos ellos se dijo, en tono encomiástico, que “no parecían mexicanos”...

Unos más temprano, otros más tarde, vivieron en carne propia la experiencia del juglar (o lo que sea) que cantaban las consabidas coplas: “Me caí de la nube en que andaba, como a veinte mil metros de altura...”, etc.

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