* “Se vende”

El conflicto de conciencia por el que atraviesan ahora los dirigentes del Atlas ante la perspectiva de poner en venta los destinos de la institución —y los del equipo de futbol profesional, muy particularmente—, es, salvo algunas cuestiones de matiz, reedición de la historia ocurrida hace seis años en la casa de enfrente...

En aquel tiempo, cuando el actual dueño del antiguo Club Guadalajara ofreció comprar los certificados de aportación —acciones, en términos mercantiles— a sus propietarios, alguno de éstos, conflictuado, lo dijo así:

—Esto es tan terrible, y al mismo tiempo tan maravilloso, como si te quisieran comprar un hijo.

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Los dirigentes del Atlas han tenido la visión empresarial necesaria para transformar al original club del Paradero —obsoleto, vetusto e inoperante—, en uno de los mejores y de los más importantes de la ciudad y del país. En cambio, han carecido del tino necesario para alcanzar el éxito en el capítulo correspondiente al futbol profesional: sus resultados deportivos han sido, en general, absolutamente mediocres; sus finanzas, en ese rubro... absolutamente ruinosas.

Potencialmente, el Atlas tiene todo lo necesario para dejar de ser el eterno “extra” y convertirse en protagonista habitual de los campeonatos en México. Su cantera, por el atractivo que suscita su tradicional línea de juego entre los jóvenes que eligen al futbol como su deporte favorito, es una de las más ricas; su afición, por lo mismo, una de las más fieles.

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Sus principales limitaciones son dos. Una, de carácter territorial: el fenómeno del Atlas se circunscribe prácticamente a Guadalajara y su zona metropolitana. Otra, estructural: son tantos los rojinegros recalcitrantes empeñados en aportar su talento y sus afanes para convertirse en salvadores de la patria —valga la expresión—, que el resultado es el desgobierno y el caos. No puede ser de otra manera en una entidad que vive a expensas de una dirección que resulta inoperante por anárquica, y es anárquica por tumultuaria. Hay muchos más generales que soldados.

En otras palabras, la crisis institucionalizada del Atlas es la consecuencia lógica de que en ese club haya tantas cabezas empecinadas en tirar cada una para su lado y en participar, obviamente con mucha más voluntad que acierto, en una feria de vanidades en la que, salvo el ego de sus “dirigentes”, nadie gana... y el equipo, vía de regla, siempre pierde.