* “¡Puro norti...!”

Para que se frustre, este fin de semana, el previsible epílogo del Torneo de Apertura --“¡Puro norti, í-iñor...!”--, haría falta una sorpresa mayúscula por partida doble... por no decir que un par de milagros en toda la extensión de la palabra.

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Santos Laguna sacó el resultado perfecto del partido de ida. La victoria como visitante lo puso con pie y medio en la final. Para que tal posibilidad no se consume, el América tendría que ganar en Torreón, mañana domingo..., por dos goles de diferencia.
Algo, por supuesto, no imposible. Pero sí improbable, por varias razones. Una, que Santos Laguna ha pasado por un proceso meticuloso de maduración. Otra, que los “Guerreros” tienen clavada la espina de la final del torneo anterior, amén de la convicción --una especie de pesadilla-- de que el título se frustró por las pifias escandalosas que aquella tarde tuvo Vuoso (a la sazón su centro delantero), al tirar a la basura los cheques al portador que el destino le puso en los pies para hacer campeón a su equipo. (Pudo haber sido el héroe... y terminó siendo el villano de la historia).
Una más: que el América de esta temporada tampoco ha sabido estar --como de costumbre en los últimos años-- a la altura de los ditirambos de sus publicistas... incluido, por supuesto, Manuel Lapuente.

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En la otra final, podría concederse a los “Pumas” el beneficio de la duda, a partir del antecedente inmediato: hace una semana llegó al partido de vuelta ante el Cruz Azul con los momios en contra. Estaba obligado --como ahora-- a ganar en calidad de visitante... y lo hizo.
La diferencia estriba en que los “Pumas” entendieron que en una “liguilla” se depende del futbol, sí... Pero también, y sobre todo, de la combatividad y la bravura que no formaban parte del paquete de argumentos que llevaban los “Cementeros” en sus alforjas.
Cobijado por su público, pues, y espoleado por el recuerdo del susto que le sacó, la semana pasada, un Jaguares al que dejó crecer, se supone que Víctor Manuel Vucetich encontrará la manera de transmitir a los jugadores del Monterrey la consigna del día: que si viven para contar, aún con la boca seca, la historia del partido del domingo pasado, no pueden darse el lujo de tropezarse con la misma piedra por segunda vez consecutiva.