* Previsible

El epílogo de la historia estaba más cantado que “Las Mañanitas”...

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El cese de Sven-Goran Eriksson como técnico nacional resultaba inevitable. Él mismo, luego de la derrota del miércoles ante Honduras, reconoció implícitamente que la culpa del descalabro fue suya. Si con Hugo Sánchez —su ilustre antecesor— fue escandalosa la inoperancia de los atacantes, que se cansaron de tirar a la basura docenas de nítidas oportunidades de gol en los partidos de la eliminatoria para los Juegos Olímpicos de Pekín, el miércoles fue más escandalosa aún la incapacidad de todo el equipo mexicano para hacer llegar el balón al área rival.

Así, cuando un equipo llega pero los jugadores son incapaces de concretar las llegadas que se generan, queda exhibida la incompetencia de dichos jugadores. Pero si ni siquiera se consigue llegar a esa instancia, quien exhibe su incompetencia, sea porque no acertó a escoger a los elementos idóneos, sea porque fue incapaz de proporcionarles fórmulas ofensivas —es decir, de algo tan básico como hacerles entender qué diablos debe hacerse cuando se tenga el balón— es, obviamente, el técnico.

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Antes de proceder a la designación del sucesor —Javier Aguirre, si va a darse gusto a la turba... y si el “Vasco” decide cancelar sus sueños de hacer carrera como técnico en el futbol del Primer Mundo—, convendrá sacar alguna enseñanza de la experiencia que acaba de tenerse. Dicha enseñanza pudiera ser que los dueños del balón repitieron, en versión carpera, el error histórico de la Junta de Notables que, recién consumada la Independencia de México, decidieron traer a un noble europeo —Maximiliano de Habsburgo— para regir, como emperador, los destinos de la naciente nación.

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Independientemente de la elección que se haga, falta decir que el próximo entrenador nacional tendrá, de entrada, un punto a favor... y uno en contra.

A favor, que, cubiertas las visitas a Estados Unidos y Honduras, ya se cumplió la parte más peliaguda del programa; el grado de dificultad de los siguientes compromisos es menor.

En contra, que va a toparse con el mismo problema que tuvieron Ricardo La Volpe, Hugo Sánchez y Sven-Goran Eriksson: la maldición de que no hay más cera que la que arde...

(En otras palabras, que para armar la Selección Nacional tendrá que suscribirse a la fórmula de que “Cuando no hay perro, se tiene que cazar con gato”).