* Patos... y escopetas

Que Jaguares, al masacrar la aureola de invicto que el Guadalajara había labrado --“golpe a golpe, verso a verso”, diría Machado-- a lo largo de ocho jornadas, hiciera trizas los pronósticos basados en la lógica (el perdedor del sábado en Tuxtla Gutiérrez no sabía lo que era la victoria, y el ganador de ese duelo había perdido en los laberintos de la memoria el dulce sabor del triunfo), demuestra, sin más, que el equipo invencible aún no se inventa.
Sin embargo, no fue sólo eso...

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Los triunfos que el Guadalajara había eslabonado desde el arranque del Torneo Bicentenario hasta hace una semana, son inobjetables. Sin embargo, al menos un par de ellos --los conseguidos ante Pachuca, Puebla y San Luis, concretamente-- fueron circunstanciales; afortunados, para decirlo con todas sus letras. Sin que pueda calificárseles de accidentes del futbol, se lograron, vistas las cosas desapasionadamente, no tanto porque el “Rebaño Sagrado” anduviera bien, sino porque andaba de buenas... Estaba en estado de gracia.

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Lo del sábado, amén de sorpresivo, fue espectacular...
El líder invicto del campeonato se movió por la cancha con una pachorra indigna de sus blasones. Su desempeño futbolístico fue de una vulgaridad ídem. Por contrapartida, el equipo que llevaba casi un año sin ganar en su cancha, fue dueño del balón e indiscutible amo y señor de la cancha del primero al último minuto. El 4-0 rotundo y categórico con que se escribió la historia, reflejó a la perfección la diferencia de capacidades que resplandeció durante los 90 minutos.

Vaya: cualquiera que no supiera, habría apostado cualquier cosa a que los jugadores de los dos equipos habían intercambiado las camisetas al principio del partido... y que, efectivamente, los roles de los patos y las escopetas, por eso, se habían invertido.

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El Atlas, mientras tanto, rescataba la magra cosecha conseguida en la jornada por los equipos tapatíos: un empate que fue más castigo al conformismo del Toluca, que premio --¿a título de qué, como no fuera la porfía...?-- de los rojinegros.

La jornada, por cierto, fue generosa en goles: en los cotejos Jaguares-Guadalajara, Monterrey-Pachuca, Pumas-Puebla, Santos Laguna-Atlante y (sobre todo) América-Querétaro, se superaron ampliamente los estándares... para beneplácito de los paladares autóctonos, cuya predilección por las tortas ahogadas --por aquello de la abundancia de la salsa del gol, nunca excesiva y nunca repugnante-- es sobradamente reconocida.