* Mano a mano

Uno y otro tuvieron, ya en la “Liguilla”, partidos en que terminaron con el rosario en la mano y el Jesús en la boca. Santos Laguna y Monterrey, pues, demostraron que son vulnerables, y cancelaron, en consecuencia, la posibilidad de un pronóstico categórico para la final.
Valen, por tanto, de cara a los dos duelos decisivos, a disputarse jueves y domingo, los consabidos tópicos para esos casos: “Cualquiera puede ganar”; “La moneda está en el aire”, etc.

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De algo no queda duda: independientemente del desenlace que tenga este capítulo de la historia del futbol mexicano, se trata de dos dignos finalistas.
El argumento de que el Cruz Azul hizo más méritos, porque fue el mejor en la etapa clasificatoria, se desmorona por su propio peso. Si el sistema de competencia establece claramente que la primera fase sirve únicamente para conseguir el boleto para el verdadero campeonato, y que el campeón no es el que más puntos consigue durante las 17 jornadas iniciales y sí el que gana la final (“aiga sido como aiga sido”, dijo el ranchero), haber sido el mejor en la etapa clasificatoria y quedar al margen en la definitiva porque cualquier hijo de vecino le pone zancadilla, lejos de ser un consuelo, es motivo de frustración.

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Orientar el pronóstico para la final por los antecedentes de Víctor Manuel Vucetich y Rubén Omar Romano, es dar a los técnicos un protagonismo desmedido; es una forma simplista --por no decir necia-- de enfocar el análisis.
De la misma manera que lo justo, en el “Clásico” español del lunes, es ponderar el triunfo del Barcelona sobre el Real Madrid, mientras que interpretar el resultado como una derrota de José Mourinho ante Pep Guardiola es de una simplificación rayana en la tontería (el clásico “poner los bueyes delante de la carreta”), en el caso del doble duelo entre Monterrey y Santos Laguna habrá que estar atentos, más que a los diplomas de los técnicos, a la calidad, la personalidad y la solvencia de los jugadores.
La labor de Romano y Vucetich, en cuanto al planteamiento táctico y a la motivación que aciertan a infundir a los jugadores, es de suma importancia. Sin embargo, un partido de futbol no es una partida de ajedrez disputada por piezas inanimadas, desprovistas de voluntad e iniciativa propias..., ni, mucho menos, un “mano a mano” entre dos técnicos.