* Liborio... otra vez

Parafraseando a la periodista española Elvira Lindo: “¡Pobres de aquellos que observen la realidad del futbol mexicano sólo a través de los medios de comunicación...!”
Por ejemplo, Liborio Sánchez.

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Hace dos semanas, a raíz de su sobresaliente desempeño en el partido de su intempestivo debut ante Cruz Azul, en la última jornada de la fase regular del Torneo Bicentenario, artífice, baluarte y quién sabe cuántas cosas más, del  que se interpretó como un excelente resultado para el Guadalajara: un empate con sabor a triunfo, espléndido para borrar del paladar un sabor a derrota que, al cabo de tres semanas, se estaba volviendo crónico.

El pasado fin de semana, el reverso de la medalla: dos errores que se convirtieron en goles y se pagaron al precio de la derrota ante el Morelia, dieron pie a que cambiaran las cañas por lanzas quienes ocho días antes lo habían canonizado (literalmente), y procedieran a colgarlo en la picota del escarnio.

Y ahora, la nueva oscilación del péndulo: los mismos que hace unos días lo crucificaban en los medios, culpándolo, al cien por ciento, del descalabro en Morelia que puso en entredicho las perspectivas de que las “Chivas” sigan con vida en la competencia doméstica, aprovechan otra actuación sobresaliente del joven guardameta, ahora en el partido de vuelta ante Vélez Sarsfield, para bajarlo del cadalso, hacerlo desfilar por la alfombra, entre floreros, bajo los candelabros de cristal, y reinstalarlo, sin transición, en el nicho del que lo habían bajado sin piedad.

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Es el destino de los inquilinos habituales del reducido espacio del campo en que el pasto casi no crece: pasar, de la noche a la mañana, de héroes a villanos... y viceversa.

A los que consiguen consolidarse en ese oficio, tan poco propicio para encontrar el punto de equilibrio, se les juzga por la resta en las columnas de sus números negros y sus números rojos; allá, tantos aciertos, tantos triunfos, tantos puntos a su cuenta; acá, tantos errores que se tradujeron en goles, tantas derrotas, tantos puntos que dejaron de ganarse.

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Liborio tiene un argumento totalmente a su favor: la edad...

Con eso, más la disciplina, más la aplicación de sus mentores, se antoja razonable esperar que alcance el grado de madurez necesario para demostrar que no andaban tan perdidos quienes le vieron, desde el principio de su carrera, madera de buen arquero.