* Enemigo

Esta noche se sabrá si el Atlas vuelve al buen camino y da un paso más hacia la clasificación para la “Liguilla” --donde, en teoría, tendrá las mismas posibilidades que los demás equipos--... o si, como en su “era” anterior como timonel, Ricardo La Volpe demuestra que es, por obra y (des)gracia de su lengua ingobernable, el enemigo público número uno... de su propio equipo.

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Ricardo, hasta donde se recuerda, tomó con relativa ecuanimidad el descalabro que sufrió el Atlas hace una semana...

Los rojinegros no perdieron, pero las circunstancias que rodearon su empate a dos ante el Monterrey, dejaron en el paladar de muchos de sus seguidores más amargura que algunas derrotas. Tener ventaja de dos goles en el marcador y de dos jugadores en la cancha --por las expulsiones de Baloy y Suazo-- desde el primer tiempo, y permitir que el rival los alcanzara, se tomó como una demostración de incompetencia del cuadro en pleno... y de incapacidad para manejar el partido de un técnico al que en el medio se ha dado un status de “vaca sagrada”.

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En el curso de la semana, La Volpe, a base de declaraciones muy a su estilo --es decir, hechas más con el hígado que con el cerebro--, echó vinagre en las heridas de sus jugadores. Primero les dirigió, a través de los medios, una reperiqueta acerca de una de las virtudes que menos practica: la humildad.

Después, este especie de diablo metido a predicador envió otro mensaje, ahora a los atacantes sudamericanos (Marioni, Achucarro, Vargas y Bottinelli) que tiene en su elenco: o juegan como él quiere (“Ellos se tienen que adaptar a mí, no yo a ellos...”), o ya pueden ir empacando bandoneones y vihuelas, para irse con su música a otra parte al final del torneo.

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El Necaxa, adversario de los rojinegros en el partido de esta noche, está urgido de puntos para salvar el pellejo. Su técnico, Raúl Arias, es uno de los más acuciosos especialistas en fórmulas con las cuales neutralizar el veneno de los adversarios que le van saliendo al paso...

Sin que de las historias rojinegras de los últimos días sean suficientes para hacer un pronóstico adverso, es de temerse que los dimes y diretes de la última semana, salvo prueba en contrario, hayan abonado más en contra que a favor del Atlas.