* Apuntes

La historia aún no se escribe. Apenas se cerró el primero de los dos capítulos de que va a constar... Cabe, por tanto, que el desenlace resulte contrastante con el principio.

Se trata de la derrota con que debutaron los Estudiantes Tecos en el preámbulo de la fase de grupos de la Copa Libertadores. Las versiones, recargadas de optimismo, en el sentido de que el Juan Aurich --con un historial modesto en el futbol peruano, y prácticamente desconocido en México-- sería un cheque al portador, y que para los pupilos del “Piojo” Herrera avanzar a la primera ronda formal del certamen sería casi una cuestión de “enchílame otra”, quedaron desmentidas por los hechos: el equipo peruano demostró, la noche del miércoles, que tiene oficio..., y, de paso, tomó una ventaja de 2-0 que, sin ser definitiva, tiene al cuadro tapatío (o, si se prefiere, zapopano), “en la cuenta del ponche”, como se dice en el argot beisbolero.

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El trámite del partido disputado en Chiclayo, ante una entrada y un ambiente sintomáticos de que los aficionados locales están un tanto tibios con respecto a las perspectivas de su equipo en el torneo de clubes más prestigioso del continente, permitió bosquejar algunos apuntes...

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Primero, que las referencias que se dieron del Juan Aurich eran justas: hay jugadores de calidad en esa escuadra, y la suma de talentos da un total nada despreciable.

Segundo, que la presencia de un jugador que tiene la onza de oro del gol en las piernas --y en la cabeza, como quedó demostrado-- como el panameño Luis Tejada en sus filas, convierte al cuadro peruano, por ese mismo hecho, en un rival de respeto.

Tercero, que el equipo sudamericano tiene argumentos para manejar lo mismo los momentos del partido en que deben correrse riesgos y tomar la iniciativa, como sucedió en los primeros diez minutos del juego de ida, que para especular en cuanto tiene el capital del gol en la mano, como se demostró en los 80 restantes, cuando acrecentó su ventaja y estuvo más cerca de conseguir una tercera anotación que los Estudiantes de empatar primero y de acortar distancias después.

Y cuarto, que el equipo mexicano acusó, tal vez, el pánico escénico que supuestamente ya había sido erradicado de los complejos de los futbolistas nacionales, porque su comportamiento, en el aspecto ofensivo, se significó por la timidez.