Jueves, 18 de Abril 2024

Licencia para la irresponsabilidad

Por: Armando González Escoto

Licencia para la irresponsabilidad

Licencia para la irresponsabilidad

Desde el momento mismo en que la sociedad se desentendió de la política, los políticos, coordinándose muy bien entre los tres poderes, fueron construyendo un aparato legislativo que acabó por legitimar las conductas más insólitas en lo que mira a los funcionarios públicos.

En la vida ordinaria las personas que trabajan lo hacen de acuerdo a un contrato, mismo que estipula condiciones, salario y desde luego, tiempo; si por alguna razón el trabajador debe retirarse de su empleo antes de lo estipulado, lo puede hacer, pero no de manera tentativa, es decir, ¿me da permiso de buscar otro trabajo y en caso de no hallarlo me reintegra el que ya tengo? O ¿puedo decir que soy gerente o director de tal o cual empresa, pero que de momento me dieron permiso de conservar el título sin trabajar, mientras hallo algo mejor?

En nuestro país existe esa posibilidad pero solamente para los funcionarios públicos, bajo el rubro “diputado, alcalde, regidor, o lo que sea, pero con licencia”, es decir con permiso para no serlo y dedicarse de lleno a buscar otro empleo. Este abuso leguleyo ha provocado un drama nacional especialmente para los municipios, pues durando la gestión solamente tres años, se entiende que reducirla a dos es un verdadero atentado a la gestión municipal.

Por lo mismo a todo candidato a ocupar una presidencia municipal, se le debería preguntar ¿la va a dirigir por dos o por tres años? Porque si es sólo por dos, la verdad ni se meta, ¿para qué? Pero si afirma que será por tres años, y a los dos pide “licencia” dejando todo en el abandono, porque nunca será lo mismo un alcalde interino o suplente, que el alcalde tal y como fue electo por la comunidad, pues entonces ese tipo mintió, simplemente usó la alcaldía no para servir a la sociedad sino como un vulgar trampolín para otros puestos más acordes a sus aspiraciones, dígase lo mismo de cualquier funcionario que deja su puesto no por motivos de salud o por razones familiares, sino simple y llanamente para mejorar su propia posición, es decir, por ambición, egoísmo y avidez.

Así resulta que el tercer año de municipios y congresos, de gabinetes y gubernaturas se vuelve un año perdido que sin embargo la gente sigue pagando de muchas y muy diversas formas.
En todo caso los periodos de gobierno municipal debieran prolongarse por seis años, no sólo para evitar estas tentaciones avaladas por la ley, sino para asegurar un mejor manejo de los municipios.

Entre nosotros el caso más trágico es Guadalajara, pues desde fechas inmemoriales se convirtió en el trampolín para saltar a la gubernatura, y así, por lo menos uno de cada dos trienios, la ciudad cae y recae en el abandono más lamentable por la ausencia de autoridad, misma que en dos años no logra otra cosa que establecer las conexiones para su siguiente candidatura. Ya podrán decir que la ley lo permite, eso no los libra de evidenciar su falta de responsabilidad y de honestidad, ese supeditar el bien público al interés personal, por el contrario, ampararse en una ley abusiva los hacen cómplices de la misma.

DR

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