Sábado, 20 de Abril 2024

Autoridad ignora a enfermos renales en Atotonilquillo

La Secretaría de Salud estatal no tiene registro de esta enfermedad en la zona, pero sus habitantes denuncian la proliferación de casos

Por: El Informador

Habitantes de Atotonilquillo exigen a las autoridades que hagan lo que sea necesario para revertir el deterioro del canal de Atequiza y del río Santiago. EL INFORMADOR/F. Atilano

Habitantes de Atotonilquillo exigen a las autoridades que hagan lo que sea necesario para revertir el deterioro del canal de Atequiza y del río Santiago. EL INFORMADOR/F. Atilano

Atotonilquillo, pueblo enclavado en Chapala, es famoso por su Expo del Membrillo, un fruto tan popular que hasta tiene estatuas junto a las letras monumentales de bienvenida.

Pero también es célebre por su alta tasa de enfermos renales que sólo figuran en el rumor de boca en boca, pues no hay estadística alguna de ellos.

“Nadie ha venido. Volteen a vernos, también somos parte de Jalisco”, dice Ramón Padilla, un habitante a quien la crisis ambiental convirtió en activista.

La Secretaría de Salud estatal reconoció a este medio que no tiene registro alguno de enfermos renales en la zona.

Hoy, Atotonilquillo, lugar de paso del río Santiago, huele a descomposición. Sobre todo en las tardes y en temporada de calor... pero no siempre fue así. Hace 30 años la gente incluso pescaba allí la comida del día.

Poco a poco, la degradación del río acaba con los que subsistían gracias a él. Alejandro culpa al agua contaminada y al olvido de las autoridades. La comunidad, lamenta, sobrevive con dificultades y soportando la nube tóxica del Santiago.

Lupita exige que se hagan esfuerzos por las nuevas generaciones: “Que lo hagan por mis hijos; por los demás jóvenes”. EL INFORMADOR/F. Atilano

“Cansado y costoso”, luchar por la vida entre la pobreza

En Atotonilquillo no todos tienen la posibilidad de dializarse en casa. Algunos pagan hasta 700 pesos en cada viaje al centro de salud en Tlajomulco (la clínica 180), tres veces por semana, a fin de recibir su tratamiento.

Lupita, una señora de 63 años, de piel blanca y ojos verdes, es una de ellas.

La mujer, oriunda de Zapotlanejo, llegó al poblado ribereño hace 21 años, junto a “la zanja sucia”, como le llama al canal de Atequiza, que desde entonces olía mal. A ese cuerpo de agua culpa por la enfermedad que padece.

En 2014 le dijeron que sus riñones funcionan sólo a 40 por ciento. “Pero no me dijeron: ‘cuídese, no haga esto, no haga aquello’. Sólo que estaban fallando”, lamenta.

Después se puso mal. Se cansaba tanto que se la pasaba acostada. No tenía apetito. Llegó a pesar apenas 44 kilos. Por eso la llevaron al Hospital Civil y allí le dijeron que había empeorado; que debía hemodializarse.

La dieta que le impusieron los médicos es incosteable. “No puedo hacer una comida para mi hijo y otra para mí. Es cansado, es difícil y es costoso”, dice.

Tal es su estado que hace un año dejó de salir de casa. Ya no se puede mover por el cansancio que le provoca la enfermedad. “Si yo ya estoy enferma, que otros no se enfermen con esa agua tan sucia. Ojalá lo hagan por mis hijos; por los demás jóvenes”.

En Atotonilquillo, cada vez más jóvenes sufren de insuficiencia renal. Francisco Javier, por ejemplo, murió a los 25 años, en septiembre pasado, por esa causa. Rosa, su madre, recuerda que lucharon hasta donde pudieron, pero la enfermedad terminó derrotándolo.

“Pedía dinero en los templos y en las casas. Él sólo me duró un año”.

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