Jueves, 25 de Septiembre 2025

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Una novicia rebelde, melódica política… y vigente

Por: Arturo Garibay

Una novicia rebelde, melódica política… y vigente

Una novicia rebelde, melódica política… y vigente

Después de su luna de miel, el coronel Von Trapp vuelve a casa y descubre una bandera nazi colgada en la fachada. La arranca con determinación y, con un tirón firme, la rasga por mitad. En los ojos de Von Trapp -un tipo más bien impasible, inescrutable- alcanzamos a ver una llama de furia, de reprobación. 

Aquella escena ha trascendido como una de las más icónicas en la carrera del actorazo Christopher Plummer (1929-2021) y también como una de las postales indelebles de La novicia rebelde (The Sound of Music, 1965), pieza que figura y figurará entre las obras cumbre del cine musical. Ya lo sabía el cine y lo sabía la cultura popular desde aquellos tiempos: los “regímenes de la destrucción” no deberían ser bienvenidos.

Con motivo del 60° aniversario de su estreno original, La novicia rebelde volvió a las salas de cine por tiempo limitado. A lo largo de mi vida llegué a verla en televisión en un par de ocasiones. Fantástica. Incomparable. Así que no pude dejar pasar la oportunidad de gozarla por primera vez en una sala de cine. “¡Ay, María! ¡Llena, llenísima de gracia, carisma y música!” Y no solo eso: “¡Ay, santísimo Von Trapp, mostrándonos que -desde siempre- ser antifa ha sido algo súper sexy!”

Verla en pantalla grande fue una experiencia de ensueño. Es una película que siempre me ha gustado, sí, pero verla en el cine hizo que me gustara todavía más, si cabe. Adicionalmente, es una gran muestra del valor político que puede tener el buen cine de entretenimiento. 

Robert Wise facturó un clásico incontestable, de imágenes plenas e hipnóticas. El también director de Amor sin barreras (West Side Story, 1961) y La mansión de los espectros (primera adaptación de The Haunting of Hill House, en 1963) entregó un relato edificante, una feel good movie con sustancia y comentario que posee, además de todo, un cancionero inolvidable: “The Sound of Music”, “María”, “Sixteen Going on Seventeen”, “My Favorite Things”, “Do-Re-Mi”, “So Long, Farewell” y “Edelweiss” son más que canciones, son himnos. Al día de hoy, el soundtrack ha vendido 20 millones de copias y es uno de los más exitosos de la historia.

En todo caso, resulta triste que aquel discurso sobre la amenaza fascista continúe tan vigente hoy a causa del ascenso de una ultrísimaderecha que coquetea discursivamente con los ideales de esos “regímenes de la destrucción” que ya he mencionado (y que de esos sistemas los puede haber en los dos extremos de la polaridad política), que crean mundos donde solo caben “yo y los míos” y donde “el otro que no soy yo” debe ser exterminado, o humillado, o desarticulado en lo social y cultural.

En ese sentido, hay algo muy curioso que [re]encontré en La novicia rebelde ahora que volví a verla: para toda la gente que cree que por identificarse como “conservadora” tiene que alinearse con esos horrendos “regímenes de la destrucción”, la película ganadora del Oscar nos muestra que puedes ser María (la más religiosa, la más recatada, la más ‘fui-a-la-escuela-de-monjas’, la más ingenua) o que puedes ser Von Trapp (el más militar, el más obcecado, el más millonario blanco privilegiado) y, aun así, estar en contra de los sistemas que predican la crueldad y la alienación. Nomás digo.

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