Martes, 07 de Mayo 2024
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Una Navidad diferente

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Una Navidad diferente

Una Navidad diferente

Hasta hace unos meses, la proximidad de la Navidad era motivo de alegría; la costumbre de que los miembros de la familia se reunieran, incluso los ausentes, llamaba al optimismo y al buen humor. A medida que la fecha se aproximaba, nos iba ganando el entusiasmo. Adquirir los regalos buscando halagar a nuestros familiares y seres queridos era un ejercicio en el que todos participábamos. Se hacían los preparativos para la cena, se presagiaban los mejores momentos. En nochebuena, los niños se retiraban a dormir temprano para esperar que el niñito Dios llegara con sus regalos y los mayores hacían la chorcha, se jugaban bromas, se cantaba, se compartía un rato de felicidad.... El mundo ha cambiado. La crisis ha dañado nuestras economías y nuestro ánimo, salvo el de aquellos que, irresponsablemente, no acaban de entender la gravedad de la situación.

Hoy, más de cien mil hogares mexicanos están de luto por la pandemia; si le sumamos los homicidios y desaparecidos producto de la delincuencia organizada, superaremos doscientos mil en un año. El problema es que tanto esta enfermedad como la violencia parecen no tener fin (ahora, con indignación, nos enteramos del asesinato del exgobernador Aristóteles Sandoval). Lo anterior debería obligarnos a reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia. Partamos de un hecho: la vida es un privilegio, salvo aquellos casos en los que el infortunio llega desde la cuna, -hay criaturas que aún antes de nacer, comienzan a cargar su cruz-. Un bebé que llega a este mundo en medio de la miseria moral y económica difícilmente podrá romper ese círculo perverso. Su destino está escrito y hay millones en esta situación. Eso es inaceptable, tenemos que cambiarlo.

Tiempos traen tiempos. Las costumbres se van modificando, influidas por las circunstancias. Si bien es cierto que atravesamos una época llena de incertidumbre y de augurios pesimistas, hay muchas cosas rescatables. Tenemos el hábito de adjetivar las crisis negativamente, cuando también son espacios de oportunidad. Hay ocasiones que requerimos de una fuerte sacudida para reflexionar, con sentido autocrítico, qué hemos hecho bien y qué no. Metidos en el trajín de los días, preocupados por adquirir los símbolos del éxito, nos olvidamos de los demás y, encerrados en nuestro egoísmo, perdemos la oportunidad de disfrutar las cosas buenas de la vida.

Debemos mirar el futuro con optimismo, quizás estamos ante la posibilidad de reencontrarnos, de dedicarnos tiempo para compartir, habidas las precauciones necesarias, con quienes admiramos o queremos. Posiblemente, hoy no podremos hacer regalos como antes, tal vez a los pequeños, el niño Dios, en vez de aparatos electrónicos, les traiga el yoyo, el balero o el rompecabezas y los adultos podremos disfrutar del mejor obsequio: la convivencia familiar en una cena austera en la que prive el amor. La vida es la maravillosa oportunidad para tomar en nuestras manos el destino, debemos vivir en paz con nosotros mismos y convivir con nuestros seres queridos. No perdamos la oportunidad que la crisis nos ofrece para ser mejores. 

eugeruo@hotmail.com
 

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