Cuando el talento se ve empañado por la sospecha, la justicia debe alzarse con firmeza, sin ceder al ruido mediático ni a la presión social. Trevor Bauer, polémico pero brillante lanzador estadounidense, vivió un vía crucis que en más de un sentido recuerda al de otro serpentinero que también fue señalado, condenado moralmente y apartado del máximo circuito del beisbol profesional: el mexicano Roberto Osuna. Ambos casos nos obligan a reflexionar sobre la forma en que la sociedad juzga antes de tiempo y cómo la estructura del deporte profesional muchas veces escoge a quién redimir y a quién enterrar.Bauer, quien fuera Cy Young con los Rojos de Cincinnati y uno de los brazos más dominantes de su generación, fue suspendido por Grandes Ligas tras denuncias de agresión sexual en su contra. Aunque nunca fue procesado penalmente, y más tarde se desestimaron todos los cargos, su carrera en la MLB quedó truncada. Lo que siguió fue un destierro deportivo que lo llevó a Japón y, más recientemente, a la Liga Mexicana de Beisbol, donde en 2024 lideró a los Diablos Rojos del México a una Serie del Rey memorable. Su dominio fue incuestionable. Su presencia, ineludible.El caso de Bauer ha dado un giro rotundo: las últimas resoluciones judiciales lo han dejado completamente libre de cargos. Legalmente inocente, aunque el juicio social aún resuene. En un sistema que suele operar bajo el principio de “culpable hasta que demuestres lo contrario”, la exoneración de Bauer debería obligar a Grandes Ligas a reconsiderar su trato, aunque ya es tarde para revertir años de ostracismo.Y aquí es donde se impone el comparativo con Roberto Osuna. El cerrador sinaloense, quien brilló como pocos en la lomita durante sus años con los Azulejos de Toronto y luego con los Astros de Houston, fue suspendido en 2018 por una acusación de violencia doméstica. A diferencia de Bauer, Osuna sí enfrentó un proceso penal, aunque nunca se probó su culpabilidad ante un tribunal: el caso fue desestimado tras un acuerdo legal con la parte acusadora. Sin embargo, el estigma lo persiguió hasta convertirlo en apestado del sistema. A pesar de tener apenas 23 años y números de élite, las puertas de la MLB se cerraron de golpe.Ambos lanzadores tomaron caminos paralelos en la búsqueda de redención profesional. Osuna emigró al beisbol japonés, luego a la LMB, donde se ha mantenido como uno de los mejores cerradores. Bauer, por su parte, vivió su propio proceso de reconstrucción en Asia y México, mostrando no solo nivel, sino una conducta irreprochable dentro y fuera del campo.Sin embargo, hay una diferencia fundamental que no podemos ignorar. En el caso de Bauer, nunca hubo un proceso judicial que lo inculpara, y ahora, tras años de desgaste, ha sido legalmente reivindicado. En el caso de Osuna, el acuerdo extrajudicial lo dejó en una zona gris legal que la opinión pública convirtió en sentencia moral. Lo irónico -y profundamente injusto- es que en ambos casos la MLB adoptó el mismo castigo: la expulsión fáctica del circuito.Lo que resulta más inquietante es cómo los medios, los aficionados, y las estructuras de poder deportivo replican patrones de linchamiento sin espacio para el matiz. Hay una ligereza alarmante en la rapidez con la que se entierra la reputación de los deportistas, sin dejar lugar al debido proceso.El retorno triunfal de Bauer con los Diablos Rojos debe leerse no solo como una victoria deportiva, sino como un acto de reivindicación frente a un sistema que se permitió apartarlo sin evidencia contundente. Su caso debe abrir una conversación más profunda sobre cómo se deben manejar las acusaciones en el deporte profesional y cómo equilibrar la necesaria lucha contra la violencia de género con la salvaguarda del debido proceso.Y en esa misma línea, el caso Osuna merece una nueva lectura. Si Bauer pudo volver tras ser exonerado, ¿no debería también revisarse con mayor objetividad la situación del mexicano? ¿Debe un acuerdo legal condenar a alguien al olvido permanente? No se trata de justificar conductas reprobables, sino de exigir estándares de justicia equivalentes y consistentes.En un beisbol cada vez más globalizado, donde Japón, Corea y México han dejado de ser simplemente “refugios” para convertirse en vitrinas de primer nivel, estos dos nombres se alzan como símbolos complejos de un tiempo convulso. Bauer y Osuna son, al mismo tiempo, víctimas y protagonistas de un sistema que aún está aprendiendo a conciliar justicia, espectáculo y responsabilidad social.Bambinazos61@gmail.com@salvadorcosio1Bambinazos61@gmail.com