Jueves, 07 de Agosto 2025

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Sanjuaneros puros

Por: Pablo Latapí

Sanjuaneros puros

Sanjuaneros puros

¿Viene por primera vez? -me pregunta la Nena mientras revuelve el pozole con una cuchara de madera que parece tener décadas de historia.

-No. Pero nunca había venido con guías sanjuaneros puros.

Se ríe. Sus manos no paran: sirve, cobra, bromea, grita precios. Es una orquesta de una sola mujer en el mercado techado más grande de Latinoamérica.

Ella y Saúl son mis amigos, hoy mis anfitriones y guías.

-Entonces no conoce nada -dice Saúl, el huarachero, mientras repara una sandalia con precisión quirúrgica-. La gente viene a comprar. Nosotros vivimos aquí.

Tiene razón. Vengo seguido al Mercado de San Juan de Dios. Compro, como, me voy. Pero nunca me había detenido a escuchar. Cada puesto es una familia. Cada historia, un pedazo del alma de Guadalajara.

Caminamos entre pasillos que parecen arterias. Están vivos. Hay tortas ahogadas que huelen a gloria, artesanías que brillan bajo luces de neón, huaraches que prometen comodidad eterna y dulces que saben a infancia.

-Mi abuelo empezó aquí en 1952 -cuenta Saúl-. Mi papá siguió. Ahora yo. Cuarta generación de huaracheros.

-¿Y cómo ve el mercado hoy?

-Con problemas. Basura que no se recoge. Operativos que espantan. Pasillos más apretados. Piratería. Pero sigue siendo el corazón de Guadalajara.

La Nena interrumpe:

-El problema no es el mercado. Es que olvidamos el espíritu sanjuanero.

-¿Cuál?

-El de ayudarnos. De cuidar esto como si fuera nuestra casa. Porque lo es.

Pasamos frente a una fonda donde la birria se sirve como si fuera comunión. Un joven explica celulares a una abuela. En cada local hay algo: tornillos, vestidos de novia, juguetes, recuerdos.

-Aquí encuentras todo -dice Saúl-. Todo lo que necesitas para vivir está en estos tres pisos.

Pero también hay caos. Olores que no siempre agradan. Empujones. Desorden. Y, aun así, algo vibra.

-¿No les preocupa que la gente prefiera los centros comerciales?

-Los centros comerciales son fríos -responde la Nena-. Aquí hay alma. Historia. Sabor.

Compramos huaraches con Saúl. Pozole con la Nena. Subimos al tercer piso. Desde ahí, el mercado respira. Late como un corazón acelerado pero constante.

-¿Sabe qué me da más orgullo? -dice Saúl.

-¿Qué?

-Que la gente de todo el mundo viene y se va diciendo que conoció al Guadalajara verdadero.

Tiene razón. Aquí no hay maquillaje. Hay problemas, sí. Pero hay vida real. Gente real. Trabajo real. Ánimo y desánimo en los locatarios. Esperanza y desesperanza.

-Necesitamos rescatar lo mejor de nosotros -dice la Nena-. Volver a cuando ser sanjuanero significaba algo especial.

Al salir, lo entiendo. El Mercado San Juan de Dios no es perfecto. Pero tiene algo que ningún centro comercial puede comprar: autenticidad.

En mi programa hablo del WiFi emocional. De conexiones que no se ven, pero se sienten. Aquí, entre pozole y huaraches, entre gritos y sonrisas, el WiFi emocional tiene cinco barras.

Este mercado es La Gran Guadalajara en estado puro. Y mientras su corazón siga latiendo, toda la ciudad lo sentirá.

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