Tanto, tanto ruido, / Tanto ruido y al final/ Por fin el finJoaquín SabinaHoy terminan las campañas y, si todo sale bien, en un rato más México estará calificado a la siguiente ronda del Mundial (y si no, pos no, diría el gallego). La calificación no es segura, el fin de las campañas sí. Se acabaron los gritos y los sombrerazos, se acaba el ruido, los que lleguen llegarán y México seguirá siendo México, gane quien gane, en la elección y en el futbol. El país no cambiará por uno u otro resultado.Sin embargo, el fin de las campañas obliga a una reflexión sobre la calidad de nuestra democracia. Las elecciones 2018 han sido las más aburridas desde que López Portillo compitió contra su sombra y recorrió solo el país, más para conocerlo que para convencerlo. En aquel año, 1976, el PAN, que era el único partido de oposición (PARM y PPS eran literalmente comparsas del PRI) decidió no postular candidato a la Presidencia de la República y el hijo del dedo de Luis Echeverría se placeó solitario en la más absurda y aburrida de las campañas desde que tengo memoria. Fue tan patético que la primera gran reforma del candidato solitario cuando se convirtió en presidente fue la famosa LOPPE (Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales) que abrió la puerta a los partidos de izquierda y a los diputados plurinominales (antes existían, con otra lógica, los llamados diputados de partido).Dos meses de precampaña, uno de intercampaña y tres de campaña no sirvieron para modificar la intención del voto. Los que comenzaron arriba en las encuestas terminaron arriba y los que iban abajo siguieron abajo. Ni la spotiza que nos pusieron en los medios electrónicos ni tres debates, como si fuera un mano a mano entre toreros, cambiaron un ápice las tendencias. No es que necesariamente los spots y los debates estén hechos para tumbar a unos y subir a otros, sino que los ciudadanos no fuimos interpelados ni por los anuncios ni por las discusiones entre los candidatos.La de 2018 ha sido una elección sin contrastes y con un nivel bajísimo. Sí, hubo, como diría Sabina, “mucho, mucho ruido”, pero muy poco de sustancia. Nos pudimos haber ahorrado las precampañas y las intercampañas y si me apuran la mitad de las campañas que no aportaron nada a la decisión de los mexicanos y de los jaliscienses.Lo bueno, diría el optimista, es que también las campañas se curan con el tiempo y después de tanto ruido, al final llegó el final.Urge repensar nuestra democracia.(diego.petersen@informador.com.mx)