Jueves, 28 de Marzo 2024

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Para qué sirve el teatro y Peter Brook

Por: Iván González Vega

Para qué sirve el teatro y Peter Brook

Para qué sirve el teatro y Peter Brook

Abre uno las carteleras de internet y de Facebook y ve que en noviembre habrá dos o tres musicales, un par de obras con elencos conocidos por el cine o la televisión, un montón de circo y de clown, un espectáculo sobre leyendas mexicanas, una comedia romántica…

La diversidad del teatro de Guadalajara mueve a entusiasmo porque da la impresión de que hay mucho de donde escoger; el problema es que hay que escoger. Y mucha gente, perdida entre sinopsis mal escritas y uno que otro acierto de la publicidad, termina yéndose al cine, donde al menos ya sabe qué esperar.

¿Para qué sirve el teatro? La pregunta es importante para cualquier sociedad, incluyendo, por supuesto, a una como la de Guadalajara, que, con cinco millones de habitantes, tiene una vida cultural en apariencia diversa. Si concebimos al teatro como parte de la agenda de entretenimiento semanal, la respuesta es muy sencilla. Si lo concebimos como otra cosa, hay que preguntarse en paralelo cómo concebimos a la ciudad y a sus habitantes.

Un gran pensador y artista del teatro, muy mentado por estos días, publicó pasados sus 60 años de edad un libro de ensayos y artículos gestados a lo largo de cuatro décadas de trabajo, cuyas primeras páginas exigen al lector hacerse en serio esa pregunta: para qué queremos teatro.

“¿Por qué, para qué el teatro? ¿Es un anacronismo, una curiosidad superada, superviviente como un viejo monumento o una costumbre de exquisita rareza? ¿Por qué aplaudimos y a qué? ¿Tiene el escenario un verdadero puesto en nuestras vidas? ¿Qué función puede tener? ¿A qué podría ser útil? ¿Qué podría explorar? ¿Cuáles son sus propiedades especiales?”.

El ensayista en cuestión se llama Peter Brook y es un influyentísimo director nacido en Londres en 1925, para quien está muy claro que el teatro tiene un lugar en la vida de los seres humanos contemporáneos, pero también que no puede ser el mismo que tuvo en otros tiempos. No somos los antiguos griegos, ni nuestras repúblicas son como las romanas, ni nuestros rituales devenidos arte son equiparables a la danza india khatakali.

De manera que preguntarse por el lugar del teatro en el mundo implicaría el esfuerzo de preguntarse por el mundo. Y valdría la pena pensar, entonces, si hoy en día los artistas y los públicos de Guadalajara quieren preguntarse de verdad cómo está el mundo en que viven, por qué es así, cómo nos sentimos y de qué manera podríamos vivir mejor.

Al final de su libro “Más allá del espacio vacío”, Peter Brook recupera con no poca ironía una historia con estilo de leyenda: Dios le explica a los hombres amantes del teatro que el sentido original de este arte se resume en una sola palabra: “interés”. Los hombres celebran: Dios ha hablado y sus polémicas terminaron. Pero entonces hay una nueva discusión: ¿a qué se refiere Dios?

El libro de Peter Brook termina allí y el lector entra en angustia. Porque es tan cierto que el teatro ha de ser interesante, como que van dos mil y tantos años de teatro y nadie ha hallado la receta para hacerlo interesante siempre.

agoragdl.com.mx

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