Martes, 10 de Diciembre 2024

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Números a la baja y desunión en la industria mexicana

Por: Sergio Oliveira

Números a la baja y desunión en la industria mexicana

Números a la baja y desunión en la industria mexicana

Llegamos a la última quincena de 2018 con un sabor amargo para la industria automotriz mexicana. Los números de ventas de vehículos nuevos de enero a noviembre de este año muestran una contracción de 6.7%, mayor a la esperada por los protagonistas de la industria, que insisten en apuntar hacia otros factores diferentes a la subida de precios la responsabilidad por esos números, algo que es comprensible y de alguna manera cierto, pero esos factores, como la mayor importación de vehículos usados, sólo exhiben la cada vez mayor desunión del sector, que se mantiene sin fuerza para negociar con los gobiernos y, peor aún, no logran ni siquiera ponerse de acuerdo entre sí.

No es la primera vez que escribo sobre la necesidad de hacer cambios estructurales fuertes en la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz, presidida desde hace muchos años por Eduardo Solís. Durante 2018, varias marcas comenzaron a ni siquiera reportar sus ventas de vehículos, un movimiento que suena a berrinche de niño chiquito cuando no lo dejan jugar. Ese berrinche perjudica a todos, porque la falta de transparencia en el sector obliga a las marcas a volar a ciegas, sin entender bien qué busca el consumidor mexicano.

Sigo pensando que el trabajo de Eduardo Solís es indispensable para la AMIA. Por sus conocimientos del sector -es un gran estudioso del tema- y sus relaciones con la autoridad, es un personaje que la AMIA no se puede dar el lujo de no tener en sus filas.

Sin embargo aún me parece que su puesto no debería ser el principal en la asociación, sino el de un director o vice-presidente de relaciones gubernamentales.

El peso de cada marca

En la presidencia de la AMIA debe estar, forzosamente, el presidente de alguna de las marcas en México y hay varios buenos candidatos para esto. Ernesto Hernández, de General Motors, por ejemplo, añadiría a la AMIA todo el peso de estar al frente de un grupo líder en México en varios rubros, aunque no en ventas en este momento. Hernández sería recibido por una autoridad nacional respaldado por la capacidad de decisión que tiene dentro un grupo que concentra empleos e inversiones muy importantes para el país, como ya había yo mencionado en alguna ocasión.

No es el único que pudiera -o debería- ocupar ese puesto. Mayra González, presidente de Nissan, es mexicana como Ernesto Hernández y su puesto es tan importante, que en la hora de negociar sea con gobierno o con sus homólogos, recibiría de los demás mucho más respeto del que hoy impone AMIA.

Un tercer personaje también cumple con los requisitos necesarios para el puesto que debería ser temporal como en otros países, en los que el mandamás de una marca o grupo preside la asociación de fabricantes durante dos años y luego
cede su puesto a otros. Ese tercer mexicano es Bruno Catori, presidente de Fiat Chrysler Automóviles, FCA, un ejecutivo que ha logrado mantenerse en la cima durante muchos años, mostrando las cualidades y liderazgo necesarios para este puesto.

Sé que hoy es utópico, pero cuando pienso en lo que podría lograrse para la industria en términos de más inversiones, estabilidad, leyes más claras y durables, entre otras cosas, si en los próximos seis años AMIA tuviera como presidentes a Ernesto Hernández, a Mayra González o a Bruno Catori, siento que la AMIA en este momento es como aquél enfermo que conoce la medicina para sus males, pero se rehúsa a tomarla. Ojalá y entren en razón, porque cómo están ahora las cosas, todos pierden.

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