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Noviembre de 1919

Por: María Palomar

Noviembre de 1919

Noviembre de 1919

Entre las efemérides que consigna el Calendario de Galván para el mes de noviembre de 1919 destacan dos, ambas fúnebres: el día 10 llegó a Veracruz la flotilla que traía a México el cadáver de Amado Nervo, que había muerto en Montevideo el 24 de mayo a la edad de 48 años y con una obra cuya fama que rebasaba todas las fronteras del orbe hispánico. Después del funeral de Estado en Montevideo, la corbeta Uruguay en que viajaban los restos, escoltada por buques de Argentina, Cuba, Venezuela y Brasil, a los que se sumó la cañonera Zaragoza de México, hizo alto en Brasil, en Venezuela, en la República Dominicana y en Cuba, donde se le rindieron públicos homenajes. La solemne inhumación en la ciudad de México tuvo lugar el 14, en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Nunca se habían rendido tales honores a ningún escritor de lengua española; el duelo por Nervo sólo se podría comparar con el multitudinario entierro de Victor Hugo en París en 1885.

El otro hecho notable registrado en las efemérides para ese mes de noviembre de 1919 es la ejecución (asesinato diríamos en buen romance) del General Felipe Ángeles, el día 26, en la ciudad de Chihuahua. El gran estratega hidalguense, antiguo director del Colegio Militar, había sido aprehendido el día 15 en un paraje de aquel estado llamado cañón Salomé; de ahí fue llevado al Parral y luego, el 22, a la capital.

Felipe Ángeles fue un personaje ilustrado y decente entre un elenco casi por completo deplorable de los aciagos años de la revolución mexicana. Siempre fiel a Francisco Madero, pudo quizás haber salvado su vida si éste hubiera resistido las presiones de los generales que le impidieron mantenerlo como jefe de su Estado Mayor al mando de operaciones: el presidente lo había nombrado como tal en febrero de 1913, pero dando pruebas de su proverbial debilidad de carácter, Madero se desdijo cuando rezongaron los pérfidos generales de división porque Ángeles era apenas general brigadier. Así fue como el Estado Mayor quedó en manos de Victoriano Huerta.

Tras haber desempeñado la dirección estratégica de las huestes villistas se decepcionó del cabecilla cuando éste fracasó en el Bajío por no haber hecho caso de sus consejos. Al hacerse de la presidencia el torvo Venustiano Carranza, por quien Ángeles sentía gran repugnancia, se exilió en Tejas con la ayuda de José María Maytorena, ya establecido en Estados Unidos. El General Ángeles participó en la actividad política de los mexicanos que vivían allá. Volvió al norte de la República a finales de 1918 con la vana esperanza de unificar a los levantados contra Carranza y disciplinarlos como un verdadero ejército.

En Chihuahua, donde el General en Jefe de la milicia era el funesto Manuel Diéguez, se formó un precipitado consejo de guerra que condenó a muerte a Felipe Ángeles, muy en la tónica de la crueldad y la traición tan socorridas por Carranza y la mayoría de los cabecillas del desastre que fue para México esa “segunda transformación” bañada de sangre.

Tapatío

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