Miércoles, 24 de Abril 2024

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Por: Jaime García Elías

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¿Conocen el señor gobernador Aristóteles Sandoval y los funcionarios públicos que deploran el descrédito, ante los ojos de la opinión pública, de sus afanes, desvelos y dictámenes en el caso de los tres estudiantes de la Universidad de Medios Audiovisuales, el cuento de “¡Ahí viene el lobo!”…?

Se refiere, por si lo ignoran, a un pastorcillo socarrón que corría al pueblo gritando que un lobo estaba atacando a sus ovejas. Los vecinos salían presurosos en su defensa, y volvían contrariados al comprobar que la voz de alerta había sido simplemente una mala broma... Así, un día que verdaderamente apareció el lobo, nadie creyó al pastorcillo y la fiera destruyó todo su rebaño.

-II-

Es probable que, en el caso de Salomón, Daniel y Marco, los estudiantes “levantados”, torturados, asesinados y disueltos en ácido por una organización delincuencial, sea verídico que 600 investigadores participaron en la pesquisa; que realizaron 400 entrevistas, y que dedicaron muchas horas, durante varios días, a trabajar a conciencia hasta presentar sus conclusiones. Se admite la dificultad de probar los hechos, habida cuenta de que los cadáveres de las víctimas fueron destruidos y varios de los inculpados en los crímenes están huidos y tal vez hasta muertos. Vale, como aval de la seriedad y el profesionalismo con que las investigaciones se realizaron, la opinión de la abogada defensora de los familiares de los jóvenes. Y vale, por tanto, el fastidio del gobernador y sus colaboradores ante la obcecación de quienes han convertido el asunto en bandera para manifestaciones, en que el Gobierno miente, así como su reticencia en aceptar los dictámenes, su obstinación en hacer chunga de la “verdad histórica” que en este y en otros casos –el de los 43 normalistas de Ayotzinapa, por ejemplo— se les proponen, y su insistencia de que “vivos se los llevaron y vivos los queremos”.

Sin embargo, también es comprensible la reacción mayoritaria… Por una parte, está el dolor de los familiares; su afán por aferrarse a una esperanza, por endeble que sea, de que su desgracia sea una pesadilla que concluya con final feliz. Por otra parte, el oportunismo de quienes compran estos pleitos para arremeter contra la autoridad. Por una más, el fenómeno de las redes sociales (“que dan derecho de hablar a legiones de idiotas”, según Umberto Eco). Y por otra, la incapacidad de los gobernantes –como lo demuestran las miles de desapariciones denunciadas y nunca hasta ahora aclaradas— por conseguir que el acierto sea la regla y no la excepción.

-III-

(La moraleja del cuento del pastorcillo, por si hiciera falta explicitarla, es esta: “En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso”).

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