Martes, 23 de Abril 2024

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Los primeros 100 días del año de las mascarillas

Por: Luis Miguel González

Los primeros 100 días del año de las mascarillas

Los primeros 100 días del año de las mascarillas


En los primeros 100 días del 2020, el coronavirus ha matado a 100 veces menos gente que el hambre y 20 veces menos gente que el cáncer. Entonces, ¿por qué ha paralizado al mundo? ¿Por qué está generando la mayor crisis económica desde 1929?

Son 100 mil muertos en 100 días, pero todo lo que está pasando no cabe en esta cifra. Los expertos coinciden en afirmar que esta pandemia cambiará la forma en que vivimos.

El impacto económico del COVID-19 se parece más al de las grandes guerras que a cualquier otro fenómeno que hayamos conocido. Mucho de esto tiene que ver con que se trata de un virus que apareció y se esparció en algunas de las zonas más ricas del mundo: surgió en Wuhan, un clúster industrial de China, y luego se expandió a otros lugares de Asia, como Singapur, Corea del Sur y Hong Kong. Para marzo, ya estaba implantado en el norte de Italia, Madrid, Barcelona, Londres y Nueva York. En la primera ola, todos los focos de la pandemia fueron ciudades globales e hiperconectadas. La única excepción fue Irán.

Los lugares afectados son centros neurálgicos de la economía mundial. Son proveedores de insumos indispensables en la fábrica global y también jugadores relevantes en los mercados de las principales materias primas. La historia hubiera sido muy diferente si la crisis hubiera estallado en el centro de África, el mejor ejemplo es el ébola. Este virus es, literalmente, de película, pero no ha generado ni una pequeña ola en la economía mundial, a pesar de haber matado miles de personas... en África.

Con el coronavirus se dislocaron las cadenas de valor de impacto mundial: automotriz, electrónica y la producción de artículos de lujo. Se desquiciaron los mercados de materias primas y las finanzas públicas de los principales productores: el caso del petróleo es el más emblemático, entre otras cosas porque se agravó con la disputa entre rusos y saudíes. También se paralizaron industrias muy relevantes económica y simbólicamente. El turismo trabaja al 10% del nivel que tenía hace un año. Las industrias del deporte, los espectáculos, el ocio y la restaurantera han bajado la cortina. Los fines de semana se transformaron en la dimensión desconocida.

Los expertos en temas de comunicación nos recuerdan que se trata de la primera crisis de salud que ocurre en los tiempos de plena implantación de las redes sociales. Como fenómeno de comunicación, no hay forma de compararla con la crisis de la gripe española que se vivió al final de la Primera Guerra Mundial y tampoco es lógico establecer paralelos con lo ocurrido en el 2009 con el H1N1. Esta pandemia provocó 203 mil muertes, pero no tuvo un impacto similar en la vida cotidiana ni en el tejido económico. En 2020, los mitos y las fake news viajan más rápido y llegan más lejos que la información científica. Las redes sociales actúan como amplificadores de nuestros estados de ánimo. Multiplican los miedos y la incertidumbre. También aceleran la expresión de conductas de fobia y solidaridad.

Es una crisis que se mueve mucho más rápido que los gobiernos. En el frente médico no hay vacuna, tampoco en el frente económico. Los bancos centrales están inyectando liquidez en cantidades mayores que en 2008-2009. Los gobiernos desempolvan los libros del keynesianismo para dar forma y sustancia a programas de incentivos fiscales que pretenden evitar el cierre de negocios y la pérdida masiva de empleos.

Alemania es líder en materia de esfuerzos económicos, las medidas que ha anunciado equivalen a mas de 20% de su PIB. Estados Unidos y Japón ya han superado el 12% y siguen creciendo. En América Latina, el líder es Perú, con 7 por ciento. México no llega al 1 por ciento. ¿Así o más claro que en México todavía no ha comenzado la discusión sobre coronanomics?

Las medidas anunciadas aún no han dado resultados, entre otras cosas porque hay un largo trecho entre el anuncio y la implementación. La hemorragia ya comenzó: 17 millones de empleos se han perdido en Estados Unidos, 1 millón en Canadá, 4 millones en Francia y 800,000 en España. La primera cifra para México es de 346,878 y corresponde a las 3 semanas que van del 13 de marzo al 6 de abril.

Los mercados han sufrido caídas tan brutales y se han estabilizado en niveles muy inferiores al que tenían al comenzar el año. No es segura una recuperación vigorosa porque todavía falta por procesar plenamente el derrumbe de la economía real y la magra recuperación. El segundo trimestre estará marcado por caídas de entre 15 y 30% del PIB para los países de la OCDE.

¿Qué tan diferente será la crisis del COVID-19 en los países en vías de desarrollo respecto a los países más desarrollados? Esta es una de las grandes preguntas. De antemano, ya sabemos algunas cosas: en nuestros países los impactos económicos llegaron antes que los grandes problemas de salud. Sabemos que tenemos menos recursos fiscales y sistemas de salud menos equipados. La única ventaja es que tenemos la experiencia de los otros países. ¿Podremos aprovecharla? ¿Estarán dispuestos a compartirla? Hay que recordar que vivimos un momento en el que no funcionan los mecanismos internacionales de colaboración. Predomina el nacionalismo miope.

¿Como saldremos de la crisis? Se habla de tres escenarios; uno tiene la forma de V, otro se dibujaría como una L y el tercero parece una W. La V implica una recuperación rápida; la L describe un largo periodo de estancamiento luego de la caída, y la W asume un escenario donde habrá recaída luego de una recuperación. Lo único seguro es que 2020 será un año de caídas generalizadas en el mundo. Para México, los pronósticos van desde el -3.9% de Hacienda hasta el -7% del Bank of America. El FMI empieza a comparar el escenario mundial con lo ocurrido en 1929, pero ofrece un pequeño caramelo para digerir mejor el susto: 2021 será un año de recuperación. Aclara que los niveles del 2019 no se verán sino hasta el 2022. Esto es lo más probable. Todo dependerá de la duración de la crisis sanitaria y de la eficacia de las políticas económicas que se implementen.

Esta crisis es brutal y nos ha vuelto monotemáticos, pero no implica la suspensión de los problemas que ya teníamos, a saber: bajo crecimiento económico, inseguridad, pobreza, desigualdad, envejecimiento de la población, baja productividad y vulnerabilidad ante las amenazas del cambio climático. La pandemia agudizará el desarrollo de tendencias que están en marcha: el comercio electrónico devorando al comercio tradicional; mapamundi marcado por el enfrentamiento entre China y Estados Unidos, y mercados laborales que serán aún más disfuncionales. La pandemia debilitará a las empresas, que no podrán producir los empleos que se necesitan. Las personas que buscan trabajo estarán en condiciones muy vulnerables y no podrán generar la demanda para reactivar la economía. Para romper este círculo vicioso, son muchos los economistas que pregonan las bondades de la doctrina keynesiana: un incremento en el gasto público para animar el consumo y revivir el tejido productivo.

¿Cómo será el regreso a la normalidad? No regresaremos al mundo que dejamos en el momento que entramos a este túnel. Como dice Joe Pinsker, de The Atlantic, habrá unos que serán tocados por la pandemia pero saldrán intactos, mientras que habrá otros que verán su vida alterada de una forma definitiva. Quizá nunca veremos los espacios públicos y las multitudes del mismo modo en que las veíamos antes. ¿Cómo diremos hola cuando acabe la pesadilla? ¿Habrá apretones de manos y saludos con besos?

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