Martes, 03 de Diciembre 2024

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Las nuevas formas de esclavitud

Por: Eugenio Ruiz Orozco

Las nuevas formas de esclavitud

Las nuevas formas de esclavitud

Hoy conmemoramos otro aniversario del decreto de abolición de la esclavitud en la Nueva España promulgado por Don Miguel Hidalgo y Costilla hace 221 años, aquí, en la ciudad de Guadalajara, entonces capital de la Intendencia de la Nueva Galicia.

Podrán preguntarse los tapatíos del siglo XXI: “¿Cómo que aquí, en Guadalajara, existieron esclavos?”. Así fue, y, para incrementar la sorpresa de quienes no lo sabían, los hubo, además, de raza negra -noble y admirada progenie de hombres y mujeres excepcionales como Martín Luther King, Edson Arantes do Nacimento, Ella Fitzgerald, Louis Amstrong o Usain Bolt-.

Desde esas lejanas épocas hasta nuestros días, ha pasado mucha agua por debajo de los puentes y, aunque hoy la Constitución nos garantiza una buena cantidad de libertades, ciertamente, la esclavitud no ha desaparecido. Hace algunos días, se publicó la noticia de que en Oaxaca y Guerrero se venden mujeres menores de edad. Sí, usted entendió bien, actualmente, padres de familia ponen a la venta, sin respetar su dignidad, a jóvenes adolescentes. No estamos hablando de África, los países Islámicos o el sudeste asiático; esto sucede entre nuestras fronteras.

La libertad es la capacidad de autodeterminación y depende de algunos factores, entre ellos, suficiencia económica, preparación científica y tecnológica, y la disposición anímica para, respetando a los demás, ejercer este derecho. De tal suerte, quien carezca de los recursos intelectuales, el adiestramiento técnico y la infraestructura para impulsar su propio desarrollo, tiene muy limitadas posibilidades de ser libre a plenitud. Hoy, quienes no hablen varios idiomas, obtengan grados académicos superiores a la licenciatura y dispongan de algunos apoyos familiares, están en la olla. Son, como en la Edad Media, esclavos de la miseria.

Vivimos en un entorno de aparente libertad. No hay peor esclavitud que la derivada de la pobreza, la ignorancia y la falta de salud; y resulta que 43.9% de la población vive precariamente, que el nivel educativo de los mexicanos es deplorable y, existiendo graves problemas de cáncer, hipertensión, diabetes y COVID-19, nuestro sistema de salud no cuenta con programas de medicina preventiva eficientes.

La razón de vivir en comunidad es la búsqueda de la seguridad, sin embargo, vivimos en un entorno carente de ella: la inseguridad reina por la incapacidad (¿complicidad?) del gobierno para combatir sus causas y a los depredadores sociales. A las anteriores, se suman nuevas formas de esclavitud, entre ellas, la dependencia tecnológica y la moda.

Los smartphones, las tabletas, las redes sociales y los pantalones rotos son ejemplo de la estandarización de la sociedad. Lo preocupante es que parecemos iguales, pero no lo somos. A las personas de bajos recursos se les vende la idea de una falsa igualdad. Hoy, desde lugares que ignoramos, se manipulan las voluntades, modelando formas de comportamiento subordinadas a intereses ignorados. Ya no hay minas de sal ni canteras con esclavos, sin embargo, en nombre de la libertad, se sigue esclavizando a la humanidad.

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