Jueves, 25 de Abril 2024

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La torre huérfana

Por: Juan Palomar

La torre huérfana

La torre huérfana

Se ve de muy lejos, desde múltiples lugares. Probablemente es la mejor torre que se ha construido en esta ciudad en las últimas décadas. Y es huérfana. No tiene autor.

Es un obelisco geminado y una celosía monumental. Se sitúa en una manzana completa entre las calles de López Mateos, Angulo, Garibaldi y Ontario, en Providencia. La rodea una zona habitacional. Por ello, como mínima compensación a su impacto, las autoridades que en su tiempo le otorgaron la viabilidad determinaron que la torre, de poco desplante, estaría rodeada de un jardín abierto a todo el vecindario. Esperemos que los promotores cumplan con esa condición formal y mantengan abiertos al público los canceles del espacio verde todo el día: un hortus conclusus que, mediante los muros circundantes, elimina los coches y se vuelve así más amplio y sereno.

La causa de la renuncia terminante del arquitecto a su autoría es la de que no se respetaron las especificaciones del proyecto ejecutivo. Por eso, quien iba a ser el autor del proyecto declinó públicamente a cualquier responsabilidad a la paternidad de la obra. No se le puede ni mencionar, ni por los clientes ni por nadie. Es una torre huérfana.

Es toda una paradoja. Se asemeja al caso de quien compra, digamos, un cuadro de Francisco Toledo y decide aplicarle brochazos de otro pintor para “mejorarlo”. Es como quien adquiere un auto fino y saliendo de la agencia, habiéndolo pagado, procede a modificarlo con piezas extrañas y, desde luego que ponen en riesgo su correcto funcionamiento.

Una torre así tiene un muy grande impacto. En su medio inmediato, en la actual y futura imagen de la ciudad, en todo el paisaje citadino, en la sustentabilidad del contexto urbano. Tenía el proyecto original, por ejemplo, parteluces al norte y al sur para ahorrar sustancialmente en aire acondicionado, en electricidad, y por lo tanto en su huella de carbono. Se ignora si los tales parteluces serán al fin instalados, ojalá y no sean un “ahorro” más de sus dueños.

La torre fue bien concebida por sus promotores. Se propusieron buenas bases para el ejemplar concurso que tuvo lugar entre destacados arquitectos, nacionales y extranjeros. La opción ganadora fue elegida, aparentemente, por unanimidad. Fue una elección indiscutible. La más racional, económica, y la más bonita. Pero luego el proceso fue echado a perder por el mismo cliente que había intentado tan destacado proceso.

Resulta inexplicable, salvo por el consuetudinario factor de la usura, el intrigante proceso de adulteración del proyecto completo, entregado y debidamente pagado. Por eso ahora la torre es huérfana de autoría. Caso insólito. Hay torres de autores destacados o muy conocidos, hay torres más o menos anónimas de factura por falta de comunicación. ¿Pero una torre de plano huérfana?

El ejemplo resulta paradigmático. Muestra el desprecio por el trabajo de todo un equipo de arquitectos, por todos los participantes en el concurso, y por extensión, por el gremio. ¿Cómo concebir semejante incongruencia?

Es así que tenemos ahora una de las torres más altas de la zona metropolitana, una de las mejores, y es una torre huérfana. ¿Se podrá aún hacer algo por parte de los promotores que tan bien empezaron su proceso de esta obra y después la han dejado huérfana? Aquí esperamos.
 

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