Una de las conductas más constantes en el gobierno mexicano ha sido la manía de endeudar al país, al estado, al municipio y a quien se pueda. Ya en 1823 México debía una muy buena cantidad de dólares a Estados Unidos y apenas llevaba dos años de independencia. A partir de entonces este recurso ha sido la moneda corriente de cuanto gobierno llega, sea del partido que sea y haya hecho las promesas que haya hecho. Bien claro se ve que a la hora de buscar dinero, las ideologías más opuestas se igualan y las expectativas de cambio se estrellan estrepitosamente.Es cierto que hoy día todos los países del planeta están endeudados y que incluso, pedir prestado se convirtió para muchos en un verdadero negocio, dependiendo del destino que se dé al préstamo obtenido y las condiciones en que éste se adquirió. No ha sido así para México porque el gobierno está marcado por una crónica ausencia de inteligencia y honestidad. Obtienen préstamos y se quedan con su “comisión”, toman los cuantiosos recursos recibidos y los dilapidan sin ton ni son, y al final lo único que sobrevive es la crecida deuda que ha de pagarse con los impuestos que da la ciudadanía. Espiral trágico de nuestra vida política: la enorme riqueza que el país genera se va en pagar crecidas nóminas, intereses y manejos de la deuda, de tal modo que para hacer obra pública, tan importante para los políticos porque les da lucimiento, hay que solicitar nuevos préstamos.Los congresos nacional y estatales están desde luego muy abiertos a aprobar cuanta solicitud presenten los ejecutivos para seguir endeudando a todo mundo, en parte porque piensan que es así que las cosas funcionan; la estrechez mental y la corrupción producen inercias difíciles de abatir. Aprobadas las solicitudes, ya nadie se ocupa en dar seguimiento al dinero obtenido, a no ser de manera formal y siempre a modo de quien tiene el poder. Por lo pronto en los últimos años Jalisco ha triplicado su deuda, y es el cuarto Estado más endeudado del país en lo que mira a sus municipios, y todavía no pasa medio año y ya el nuevo gobierno, el del genuino cambio, el de la refundación, está solicitando un nuevo endeudamiento.Parte de nuestros atavismos mentales es pensar que sin dinero no puede hacerse nada, y es cierto, si a la falta de recursos económicos se une la ausencia de imaginación y creatividad, y la obsesiva preocupación por irse preparando el futuro próximo que aqueja a todos los políticos, razón que los lleva a incrementar la nómina para aumentar también la clientela partidista reestructurando y complicando los organigramas del gobierno.Es urgente que los congresos establezcan límites bien definidos en torno al tema de la deuda, no es posible que sigan reduciendo su función a la de ser comparsas, bien pagados, de los gobiernos. La ciudadanía no debe seguir permitiendo que sus gobernantes simplemente se dediquen a seguir endeudándola por generaciones, sin su consentimiento, sin su participación constante, sin siquiera tener la información suficiente.armando.gon@univa.mx