Jueves, 18 de Abril 2024

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La arquitectura de las remesas

Por: Juan Palomar

La arquitectura de las remesas

La arquitectura de las remesas

Es un hecho conocido que los envíos de dinero que hacen los mexicanos que trabajan en Estados Unidos hacia sus lugares de origen constituyen una de las más importantes fuentes de ingresos para el país. Y que, como es de esperarse, alguna fracción de esos recursos se utiliza en fincar nuevas construcciones en poblaciones y localidades.

Este fenómeno, por sí mismo, resulta una saludable inyección de capital en medios específicos, genera fuentes de empleo, da mano de obra y afianza inversiones en muchísimos sitios que lo necesitan. Sin embargo hay otros efectos que conviene considerar.

Junto con la estancia de los trabajadores en los Estados Unidos sucede con alta frecuencia que los patrones de vida norteamericanos sean absorbidos por los migrantes y considerados indiscriminadamente como símbolo de adelanto y modernidad. Tales patrones, traducidos en modos de construcción y “estilos” arquitectónicos tienden a ser trasplantados sin mayor reflexión a pueblos y localidades rurales en donde resultan extraños y disruptivos.

Como resultado, numerosas poblaciones, que hasta recientemente conservaban una muy benéfica unidad fisonómica, resultan alteradas gravemente; y además, estas alteraciones generan a su vez otras imitaciones que rápidamente cunden por barrios y caseríos y les restan unidad y armonía. No es, de ninguna manera, un problema menor.

Los pueblos, muchas veces centenarios, deben su corporeidad a una tradición que se nutre de la lógica constructiva, del clima particular del lugar, y de los modos específicos de entender la vida de sus sucesivas generaciones. El resultado es un contexto coherente y armónico, adaptado estrechamente a las necesidades concretas, y que genera naturalmente un sentimiento de pertenencia e identificación en sus moradores. Esto es lo que los hace reconocibles y recordables. Es, precisamente a lo que quisieran regresar los migrantes.

El fenómeno de la aculturación arquitectónica debida a las causas señaladas es complejo, y se ha arraigado en numerosos contextos urbanos. Pero los loables esfuerzos por regresar parte del producto del trabajo de los migrantes a sus lugares de origen puede ser encauzado dentro de una lógica más acorde con el bienestar buscado. Consistiría en una toma de conciencia por las diversas partes concernidas sobre el invaluable patrimonio que significa un entorno urbano realmente moderno: reconciliado con su propia tradición y al mismo tiempo incorporando nuevos elementos que den nuevos bríos a esa misma línea genética.

Autoridades, pobladores establecidos y migrantes podrían compartir, sobre una planeación racional a futuro, tipologías urbanas y arquitectónicas pertinentes, inversiones en pequeños espacios públicos nuevos, mejoras a infraestructuras existentes. Pero es necesario entender primero, compartir y asumir, lo que cada población busca para un mejor futuro.

jpalomar@informador.com.mx

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