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Hay otras partes: mapas y territorios

Por: María Palomar

Hay otras partes: mapas y territorios

Hay otras partes: mapas y territorios

Benedict Anderson señalaba la importancia de los mapas y de su divulgación como instrumentos para la construcción y administración de las “comunidades imaginadas” que son los países. Para las generaciones acostumbradas a ver mapas desde su primer contacto con los libros escolares resulta inimaginable una época en la que eran objetos escasos, altamente especializados, manufacturados uno a uno y que sólo existían en ciertas bibliotecas de príncipes o navegantes. Pero todas las culturas avanzadas tuvieron su propia forma de representar lugares y caminos.

Esto era, claro, antes de la invención de los tipos móviles y lo que el propio Anderson llama “el capitalismo de imprenta”. Se refiere a una modernidad en la que el individuo y el grupo pueden ya identificarse con un colectivo que se compone también de gente y lugares que, aunque nunca han visto y posiblemente nunca verán, saben que están ahí y que forman parte de su nación.

No es fácil darse cuenta, cuando se consideran los mapas como algo utilitario, una herramienta banal, una representación realista, de que son un extraordinario ejercicio de abstracción de la mente humana: ventanas a un “más allá” que el ojo no alcanza, grietas en el estrecho horizonte cotidiano. Transladar el volumen al plano es una hazaña del ingenio de la humanidad. A veces, en tiempos idos, los mapas eran quimeras, mezcla de realidad y fantasía, de conocimiento y de imaginación. Y también podían ser obras de arte extraordinarias.

La Biblioteca Nacional de España presenta ahora, de noviembre a enero, una exposición de más de doscientos mapas antiguos, desde la Edad Media hasta la Moderna, con el título de Cartografías de lo desconocido,* que acercan al espectador tanto a lo que los mapas tienen de conocimiento como a lo que tienen de fantasía. Además de las mejores piezas de la estupenda colección de la Biblioteca, se incluyeron otras de las colecciones del Archivo General de Indias, la Casa de Alba, el Museo de América, el Museo Nacional de Ciencias Naturales, el Palacio Real, la Real Academia de la Historia y la Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial.

Recorriendo las seis secciones de la exposición se puede constatar que el trabajo de los cartógrafos siempre fue extraordinariamente creativo. Si bien su punto de partida es la observación de los datos reales, hallan también cabida en sus mapas los sueños, las creencias, la literatura, la teología. Las tierras incógnitas, como si fuesen mundos paralelos, aparecen a menudo pobladas de seres mitológicos, personajes bíblicos, monstruos o fenómenos imaginarios.

Explica Juan Pimentel, comisario de la exposición, que “los mapas reflejan el teatro del mundo. Nos gustan porque podemos proyectarnos en ellos, no son cerrados, nos invitan a soñar. Son, además, fascinantes porque nos invitan a deambular por un territorio ambiguo: entre lo que sabemos y lo que no sabemos”. Se trata de documentos importantísimos para la historia del conocimiento y de las ciencias, pero son también en muchos casos obras de arte y aguijones para la fantasía.

http://www.bne.es/es/Actividades/Exposiciones/Exposiciones/Exposiciones2017/Cartografiasalodesconocido.html

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