Viernes, 26 de Abril 2024

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Hay orquesta

Por: Jaime García Elías

Hay orquesta

Hay orquesta

Suele decirse que los primeros compases de los réquiem de Mozart, Brahms y Fauré, así como los últimos de la Sinfonía “Patética”, de Tchaikowsky, y de la Novena de Mahler retratan la serenidad y la dulzura de la muerte. Son, valga la expresión, los anticipos ideales, musicalmente hablando, al descanso eterno.

El Cuarto Movimiento (adagio) de la Novena (en Re mayor) de Mahler, sobre todo, por su extensión, por los temas que exponen alternadamente el violín solo, la trompeta y las arpas, y por la delicadeza con que se extingue, con la misma naturalidad con que se extingue la vida, contrasta con los finales brillantes, pletóricos de sonoridad, de la generalidad de conciertos, sinfonías y demás obras orquestales. Como el resto de la obra, la Novena es demandante en grado superlativo para la orquesta y el director que se atreven con ella. Sin calidad en los atriles y sin una batuta pulcra, cuidadosa de los matices, en el pódium, bien puede resultar un fiasco.

La versión que ofreció la Orquesta Filarmónica de Jalisco, la noche del viernes en la sala Plácido Domingo del Conjunto de Artes Escénicas de la Universidad de Guadalajara, la noche del viernes, tercero de la Segunda Temporada 2018, justificó plenamente la respuesta de público: excelente entrada –más de mil 500 espectadores–, propiciada, probablemente, por el antecedente de la Sexta del mismo autor, interpretada magistralmente dos semanas antes en el Teatro Degollado, y cálidos aplausos a la postre de una jornada maratónica: 80 minutos, sin intermedio.

Como todas las sinfonías de Mahler, la Novena es difícil de tocar… y difícil de escuchar. De la paleta del compositor salen frescos que evocan paisajes en que se mezclan la nostalgia y la ternura (primer movimiento, allegro risoluto); episodios lúdicos, frívolos incluso, y motivos dotados de un vigor rítmico y una brillantez que contrasta con el tono apacible dominante de la partitura.

Tanto la orquesta –todos sus integrantes– como su director titular, Marco Parisotto, confirmaron que conocen su oficio; que si se atreven con obras que para muchos ensambles resultan prohibitivos y para muchos públicos resultan poco atrayentes, es porque tienen, musicalmente hablando, la estatura artística necesaria para ello.

Por esta vez no habrá la acostumbrada repetición del programa. Y para la próxima semana, velada “light” por partida doble, jueves y domingo, con director huésped y obras de Mozart, Liszt y Beethoven en el programa.

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