Jueves, 28 de Marzo 2024

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En Guadalajara fue…

Por: Diego Petersen

En Guadalajara fue…

En Guadalajara fue…

En Guadalajara fue. La historia de Zoe, la mujer transexual agredida con ácido por un motociclista, le dio la vuelta al mundo. No se trata de un crimen más, de los cientos que suceden cada semana en el Estado de Jalisco, el ataque llamó la atención por lo que significa y debería de llamarnos la atención a los tapatíos por lo que dice de nosotros.

En todos los crímenes hay odio, dicen quienes se niegan a ver en este tipo de agresiones algo más que la violencia común desbordada. Para algunos se le está dando demasiada importancia a un asunto entre particulares, a una agresión condenable, dicen, pero no distinta a nuestra violencia ya cotidiana y tristemente asimilada.

Lo que hace diferente un crimen de odio es la motivación. Por supuesto que el odio está presente en muchos de los actos de violencia; cuando una persona agrede a otra normalmente hay una carga de visceralidad, de rencor. Muchos otros son crímenes de negocio, tienen que ver con transacciones fuera de la ley; tienen una “racionalidad” -si se puede llamar así a un acto violento- económica. En los crímenes de odio como el cometido contra Zoe en las calles del centro tapatío, la motivación es la generación de un daño por lo que la víctima representa para el agresor. Lo que lo hace distinto no es que la víctima sea trans, sino que su condición de transgénero haya sido el motivo del ataque y que el fin de éste fue las desfiguración de dicha identidad. Con lo que no puede el agresor es con la diferencia. En lo que va del siglo XXI en México ha habido en promedio un ataque con ácido a mujeres o personas de la comunidad LGBT+ al año; la mitad de ellos en los últimos tres años. 13 de los 20 ataques anteriores al de Zoe siguen impunes, de acuerdo con estadística recabada por Ximena Canseco, investigadora de la UNAM.

Otro elemento común en los crímenes de odio es la revictimización por la falta de atención. Zoe fue primero víctima de su agresor y luego de los sistemas de salud, tanto privado como público. Fue gracias a que el caso llamó la atención en de los medios nacionales e internacionales que los gobiernos estatal y federal reaccionaron, y hasta ahora reaccionaron bien.

Lo que sigue, no sólo por un acto de reparación con la víctima y su familia, sino de todos los que vivimos en esta comunidad y en este país, es que se haga justicia. La Fiscalía tiene mucho, demasiado trabajo, pero tratarlo como un caso más significaría dar un paso hacia adelante en la escalada de violencia.

Cuando los crímenes de odio quedan impunes, sea por cuestiones de género, raciales o de creencia, algo más de nuestra conciencia social, en este caso algo de Guadalajara, muere con ellos.

Otro elemento común en los crímenes de odio es la revictimización por la falta de atención. Zoe fue primero víctima de su agresor y luego de los sistemas de salud.

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