La diferencia genera miedo, y cuando se trata de personas, aquellas que son diferentes generan odio y discriminación. El concepto filosófico de la “otredad” refiere el rechazo violento en torno a aquellas personas que son diferentes al modelo estereotipado que se ajusta a la heteronorma y al mundo binario que indica que solo existen hombres y mujeres. Una cuestión de sexo biológico y no de identidad. Escribo este texto como luchadora social y actual Defensora de los Derechos Universitarios de la Universidad de Guadalajara.El mundo es plural y diverso. Solemos sentir asombro por la diversidad cultural del mundo, pero no por la diversidad en torno a las identidades, a las expresiones, al afecto o al amor de las personas. Nos sorprende qué tan diferentes podemos ser de un continente a otro, pero odiamos cuando vemos nuestras diferencias identitarias en un territorio, un municipio o un país. Detrás de nuestro asombro también está nuestra incomprensión. Nos espanta pensar que alguien pueda amar a alguna persona de su mismo sexo; sentimos desprecio por aquellas personas que han vivido infiernos personales hasta reconocerse como personas trans. Solemos decir que toleramos, pero, en el fondo, no respetamos.Nuestras prácticas discriminatorias son vastas y profundamente violentas. Vivimos en un país que desprecia a las comunidades de la diversidad sexo-genérica. Nos esforzamos por impedir que su derecho al libre desarrollo de la personalidad sea efectivo y respetado. Desde las familias hasta las comunidades laborales y escolares, ejercemos una violencia cotidiana y profundamente naturalizada con respecto a sus diversas formas de expresión.Usted, quien lee esto que escribo, no tiene la menor idea de las violencias cotidianas, sostenidas y estructurales que viven las personas de la diversidad sexual. No sabe cuánto les cuesta sentir la calidez de un abrazo comprensivo y respetuoso, encontrar a una persona médica que sea empática en sus servicios de salud. No tiene idea de la tortura que significa el camino burocrático del cambio de identidad administrativa y legal. Las múltiples discriminaciones que viven las personas diversas son sencillamente prácticas de tortura normalizadas en nuestros procesos jurídicos y administrativos que les niegan multiplicidad de derechos. Nadie de nosotras (personas) imaginamos que, aunque las terapias de conversión están prohibidas por ley, ellas las siguen viviendo. Nadie imaginamos el oscurantismo en el que viven por prácticas constantes de negación y rechazo.Junio es denominado el mes del orgullo, en el que muchas personas luchamos junto a las personas diversas para que sean aceptadas, abrazadas y cobijadas en una sociedad que les rechaza y les violenta. Las instituciones vamos dando pasos milimétricos hacia adelante, mismos que siempre enfrentan obstáculos administrativos desde donde el binarismo hombre-mujer no acepta identidades diferentes. Muy a pesar de los esfuerzos, no hemos sido lo suficientemente capaces de disminuir su dolor, ese que les lleva a tener ideaciones suicidas, y perder a una persona diferente a lo que consideramos normal es perder un milímetro de lucha ganada.Si acaso existe el dolor social, este radica en el rechazo y la no aceptación de las diferencias. Hoy, como desde hace muchos años, marcho con las comunidades diversas de la Universidad de Guadalajara, mismas que fueron y seguirán siendo arropadas por nuestras máximas autoridades universitarias, porque resulta incongruente ser universitarios/as/es y no abrazar a nuestras diversidades. Marchamos con elles reconociendo su existencia, pero también que aún nos queda mucho trabajo por hacer para que dejen de ser discriminadas y violentadas por nuestras propias comunidades. Sí, en la Universidad de Guadalajara nos falta mucho por hacer entre nuestros pares. Debemos reconocer que, desde nuestros espacios, nos hace falta mucho trabajo por incluirlas y no discriminarlas. Hoy es el Pride, y para nosotras no es solo una fecha emblemática, es un compromiso de transformación y de lucha constante. Por las diferencias todo merece la pena, porque aceptar que somos diferentes es aprender a reconocer que nos resta mucho por incluir desde el respeto.