Sin necesidad de ser futurólogo, basta con usar el sentido común y observar la ciudad para anticipar que la única diferencia entre el temporal de 2024 y el de este año será el calendario, pues las mismas avenidas, pasos a desnivel y arroyos volverán a ser rebasados por el agua.Una vez más -porque tanto ciudadanos como autoridades ya lo hemos normalizado-, la ciudad que habitamos cinco millones de personas volverá a convertirse en una trampa que no sólo pondrá a prueba a quienes nos movilizamos en ella, sino una donde ya se han perdido vidas.La tormenta registrada este jueves 12 de junio es prueba de que las predicciones ya no son cosa del futuro. Ahora, lo que resta es sobrevivir. Sobrevivir a la competencia anual de tinacos errantes, a los árboles y bardas derribadas, a los puntos de inundación que no dejan de multiplicarse. Sobrevivir al discurso de la autoridad de que te echará la culpa porque arrojas basura a las calles, pero nunca asumirá responsabilidades por llenar de asfalto y torres las zonas de absorción.El tema es que, a diferencia de este año, para 2026 sí habrá una diferencia enorme cuando las lluvias se presenten. Y ese es nada más y nada menos que el anheladísimo e Instagrameable Mundial de Futbol.Porque esta semana cada funcionaria o funcionario público que tenga cuenta en redes sociales se ha proclamado como un embajador plenipotenciario de los cuatro partidos de fase de grupos que se realizarán en el estadio de las Chivas y que estamos a un año de que eso ocurra. Pero no ha dicho nada acerca de lo evidente: así como los tapatíos, los turistas correrán riesgos al ver el Mundial durante las lluvias.Por supuesto que este texto no busca desalentar al fanático o fanática que aman pagar lo que sea necesario para acompañar y corear a su equipo desde el estadio. Como la religión o los vicios: cada quien elige el arma con la que enfrenta su destino. Pero doña FIFA ordenó que su evento de mayor calado se realizara justo cuando a Guadalajara le da por ahogarse.Y organizar partidos en pleno temporal tapatío es como querer bailar con traje blanco en un lodazal: habrá aplausos, sí, pero también resbalones épicos. Los goles llegarán entre rayos, charcos y una aspirante a Línea 5 que, sí o sí, mostrará al mundo los estragos de una ciudad mal planificada, por la cual se ha hecho poco para rescatar y donde ya mejor nos burlamos porque cada año habrá una tradicional albercada en Plaza del Sol.Por supuesto, las autoridades no faltaron a su promesa cuando le prometieron a la FIFA una lluvia de emociones. Literalmente, la tendrán. Porque de haber alguno, cada gol en Guadalajara será celebrado entre relámpagos y alertas de Protección Civil.El 2026 será icónico, sin duda. Tenemos el potencial geográfico y urbanístico para que nuestros hermanos europeos, sudamericanos y asiáticos se enteren cómo luce la verdadera Guadalajara… o que las autoridades de verdad le echen ganas y, aunque sea usando al Mundial como pretexto y para la pose, logren lo que todos los políticos prometen, pero ninguno ha cumplido: una ciudad que no te mate porque tuviste la mala suerte de estar en la calle cuando el aire cambia de sabor y la ciudad huele a tormenta contenida.isaac.deloza@informador.com.mx