¿Qué tienen en común Marcial Maciel, líder y fundador de los Legionarios de Cristo, Naasón Joaquín, heredero del liderazgo de la iglesia La Luz del Mundo, y Jeffrey Epstein, el excéntrico financiero neoyorquino? Los tres son notables pederastas que han merecido investigaciones periodísticas y documentales sobre sus vidas. El más reciente, “Marcial Maciel, el lobo de dios”, una excelente producción argentina, ha levantado polvareda y resucitado la discusión en torno a un personaje que es sin lugar a dudas una de las mentes criminales más importantes que ha dado este país, si no es que la mayor de todas: pederasta, drogadicto, embaucador, falsificador, lavador de dinero, corruptor, el sacerdote creó un imperio económico y un sistema de poder dentro de la iglesia católica (el documental aporta poco de novedad sobre la vida del fundador de los Legionarios de Cristo con respecto a lo ya escrito por Fernando M. González y Emiliano Ruiz Parra, pero la estructura del documental, lo bien narrado, junto con el material gráfico y la perspectiva económica que ofrece Raúl Olmos logran aportar una perspectiva novedosa).Estos tres grandes predadores sexuales, siendo tan distintos en su idiosincrasia, tienen elementos en común que me parece interesante destacar.Primero: Redes de poder que aseguran la impunidad de sus actos. Los tres personajes construyeron un sistema de protección a través de la generación de relaciones con el poder. Epstein tenía a todos los poderosos, desde príncipes hasta empresarios y presidentes, en su entorno; Maciel afianzó su empresa -pía y criminal a la vez- merced a las relaciones creadas por su carisma y su capacidad de seducción. Naasón uso las redes de relación política de la iglesia para crear un halo de protección jurídica: en México sigue sin tener una sola causa penal.Segundo: El uso de enganchadoras y enganchadores: Los tres tenían en su entorno a personas sometidas, que habían sido también abusadas, que les procuraban nuevas víctimas. Estas redes les aseguraban perpetuar la cadena de abusos, así como un sistema de secrecía necesario para delinquir.Tercero: Un enorme poder económico, no siempre lícito, que les permitió comprar voluntades y crear escenografías ideales para el abuso: Epstein desarrolló una isla; Maciel hizo de los seminarios casas de lujo; Naasón construyó palacetes donde abusaba de sus víctimas. Todos, por supuesto, con el mal gusto que suele acompañar a la excentricidad.Cuarto: Una relación de subordinación con las víctimas. Naasón y Maciel utilizaban su carácter de líderes religiosos. En ellos estaba el pecado y la absolución, y las víctimas quedaban atrapadas entre la admiración y la sumisión debida al líder. En el caso de Epstein la promesa era más mundana, no abría las puertas del cielo, solo las de la vida en esta tierra: becas, trabajos, acceso a los grandes capitales.Cinco: La construcción de una historia falsa para justificar el abuso. Maciel le hablaba a los niños de una enfermedad que solo se aliviaba con tocamientos. Epstein inventó que por cuestión de salud necesitaba tener relaciones tres veces al día y Ghislaine Maxwell le conseguía menores para su alivio. Las enganchadoras de Naasón hablaban a las víctimas de la necesidad de confortar al sacrificado líder.El abuso sexual infantil es uno de los delitos más atroces y a la vez silenciados. Hablar de ello, conocer los mecanismos y señalar a los delincuentes es un paso importante para prevenirlo.