Viernes, 26 de Abril 2024

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Destrucción total de la Calzada del Federalismo

Por: Juan Palomar

Destrucción total de la Calzada del Federalismo

Destrucción total de la Calzada del Federalismo

Desde fines de los años cuarenta del pasado siglo se impulsó la idea de abrir un gran eje norte-sur en el tejido de Guadalajara. Primero se pensó en la calle de 8 de Julio, después, misteriosamente, se abandonó esa idea y para los años setenta se proyectó abrir la vialidad sobre lo que eran las calles de Moro y Escobedo. La noción y su puesta en práctica fueron hijas de la manía desarrollista y automotriz que ya había provocado los desastres patrimoniales de, entre otros corredores, Alcalde-16 de Septiembre, Juárez, Corona, La Paz, Revolución, etcétera.

Hace algunos meses, el notable artista conceptual mexicano Eduardo Abaroa realizó una pieza singular a la que tituló con una propuesta: “Destrucción total del Museo de Antropología”. Una de las interpretaciones de esa idea puede tener que ver con la noción simplista y en más de un sentido depredadora de construir un gran mausoleo oficial en donde se exhibieran, para gloria del régimen, rastros y vestigios descontextualizados y arrancados a su realidad vital y cultural, dispersa por todo el territorio nacional, en donde solían operar como auténticos testimonios de una visión integrada y funcional de la vida comunitaria, inmersa y fructificante en muy diversas realidades. Obviamente, no se abogaba por la destrucción física del notable edificio ni menos por la de sus invaluables colecciones. Se llamaba la atención contra el consuetudinario centralismo hegemónico y esterilizante de las políticas nacionales, contra la instrumentalización de legados culturales vivos en favor de las consabidas y convenencieras legitimaciones chilangas y priistas, contra una falsa modernidad “ilustrada” que quiso levantar en el Museo su templo y su justificación.

Mutatis mutandis. La destrucción total que aquí se plantea de la Calzada del Federalismo no es la de la infraestructura pública existente, que ya está allí y de algo sirve. La liquidación que se propone, de una vez por todas, es la de su concepción, la de una parecida instrumentación de la ciudad para apuntalar y acrecentar un sistema capitalista y automotriz (¿no será lo mismo?) rapaz, injusto, esterilizador, insustentable en todos aspectos.

La apertura de “Federalísimo”, como le puso un señor al eje al advertir su irremediable fealdad, provocó el desmembramiento de decenas de barrios a lo largo de su trayecto. Los barrios construidos, y sobre todo los barrios humanos. La disolución de comunidades y redes vecinales y de solidaridad, la destrucción de referentes y de vitales recursos identitarios. Vamos, Guadalajara realmente se empobreció con esa y todas las ampliaciones mencionadas. Mermó su patrimonio, su habitabilidad, su orgullo y su nombradía. Aumentó el consumo de gasolina y la contaminación. Y, como siempre, le convino política y económicamente a unos cuantos, en perjuicio de todos los demás.

La iglesia de Nuestra Señora del Refugio quedó, montada en su camellón, como el símbolo de la regresión y la barbarie disfrazadas de modernidad y progreso. Y aun así, su devoción y su culto sobreviven. Si las cosas no se nombran no existen. Y hay que nombrar al asunto: Destrucción total de la idea de la Calzada del Federalismo, de sus raíces deletéreas, de los propósitos de lucro y depredación que están detrás de las concepciones pretendidamente urbanísticas que han asolado por décadas al territorio nacional. Los ejemplos serían innumerables. (Uno, mínimo y vergonzoso: la reciente destrucción de los camellones y los arbolados de López Mateos entre Santa Anita y el periférico para “favorecer” únicamente al tráfico automotor.)

Si quienes entonces tomaron la decisión de abrir Federalismo a troche y moche se hubieran planteado las preguntas pertinentes e inteligentes, otro gallo nos hubiera cantado. Es ya la hora de que nos cante.

jpalomar@informador.com.mx

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