Jueves, 18 de Abril 2024

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De más desastres pasados

Por: María Palomar

De más desastres pasados

De más desastres pasados

Arañando ya por estos días la cifra de ochenta mil muertos (oficiales) por la pandemia en este país, resulta a veces ilustrativo enterarse de algunos de tantos y tantos casos en los que la humanidad se ha visto golpeada por desastres varios. No sirve de consuelo, pero sí cuando menos para calibrar y atamañar lo que está pasando.

Hace cerca de mil seiscientos años, una erupción volcánica devastadora azotó a la cultura maya en la región más sureña de su expansión. No fue la primera y no sería la última catástrofe que afectó a esa civilización, pues hay todavía muchas incógnitas  respecto de su evolución histórica y sobre todo su final. Pero por lo pronto los científicos han logrado documentar y fechar con precisión un evento que se sabía que había ocurrido en la época del Clásico Temprano, entre los años 300 y 600 de la era cristiana, en ese confín maya.

El volcán de Ilopango, en lo que hoy es El Salvador, a unos diez kilómetros de la capital, cuyo cráter es actualmente un lago llamado Caldera de Ilopango, forma parte del arco volcánico salvadoreño, una cadena de veinte volcanes que conforman una de las regiones sísmicas más activas de Centroamérica.

Durante años los arqueólogos se habían preguntado por qué en esa amplia zona, de unos 40 kilómetros de diámetro, no quedó vestigio alguno de arquitectura y ni siquiera algún glifo o tepalcate que remitiera a esos años, precisamente desde el comienzo del  gran florecimiento de la cultura maya hasta el final del Clásico. La respuesta es que en el año 431 dC se abatieron sobre la región docenas de metros de lava, piedra pómez y cenizas que sepultaron los fértiles y populosos valles circundantes y los restos de anteriores periodos. La polvareda llegó hasta Groenlandia y la Antártida.

Un estudio reciente de la Universidad de Oxford se basó en troncos de caoba que quedaron en el estrato del flujo piroclástico, los cuales, junto con la información obtenida del hielo del Polo Sur (a más de siete mil kilómetros de distancia), permitieron ubicar la temporalidad y la potencia de la erupción.*    

Los expertos de Oxford, encabezados por la arqueóloga Victoria Smith, determinaron que la fumarola debe haber alcanzado los 45 kilómetros, lo cual significó un oscurecimiento de meses y una afectación de años en el clima mundial.

A varios cientos de kilómetros de la zona de Ilopango, en las tierras bajas de Guatemala y Belice, los mayas sin duda vieron sus casas, templos, calles y campos cubiertos de algunos centímetros de ceniza, pero el núcleo de la civilización no se vio impactado drásticamente. La expansión del Periodo Clásico continuó pese a la devastación alrededor del volcán (en esa zona pasaría siglo y medio para que regresara la vida). Sin embargo, los científicos consideran que aún no disponen de suficiente información para determinar cómo el desastre regional pudo afectar las rutas comerciales de las que formaba parte, ni exactamente qué tan grande fue el daño ecológico y climático en términos más amplios, y menos las consecuencias de salud de las poblaciones aledañas. Y del número de víctimas, por supuesto, no hay registro alguno. Como todavía sucede.

* https://arstechnica.com/science/2020/09/new-data-on-a-volcanic-eruption-that-scattered-ash-across-mayan-lands/

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