Además del profundo sufrimiento y dolor permanente que provocó en los padres de los 43 normalistas desaparecidos, el caso Ayotzinapa, ocurrido el 26 de septiembre del 2014, hizo añicos el “Mexican moment” y toda aquella narrativa presidencial desnarcotizada, la de los pactos por México y el despegue nacional luego del ciclo reformador que alcanzó su culmen en el segundo informe de gobierno de Enrique Peña Nieto aquel 1 de septiembre, 25 días antes de la tragedia, con el anuncio del megaproyecto del nuevo aeropuerto, cuyas obras canceló el gobierno de la autollamada cuarta transformación.El mal manejo de esta crisis, junto con el escándalo de corrupción de la Casa Blanca que apareció semanas después, fueron golpes letales a la confianza de ese gobierno priista que llevaba apenas un tercio de mandato, y obligaron al poder presidencial a reconocer las críticas que siempre afirmaron que antes de las reformas estructurales impulsadas por el peñanietismo, lo que en México urgía era una reforma para recuperar el Estado de Derecho y la seguridad.Es justo en este punto donde se puede dar el área de intersección entre lo que significó Ayotzinapa para el gobierno de Peña Nieto, y lo que puede provocarle a López Obrador el Caso Ovidio, que representó el sometimiento del gobierno de la 4T al cártel de Sinaloa y todo el daño que eso implica en la tarea de recuparar la paz que tanto invoca el Presidente y la recuperación de la seguridad y el Estado de Derecho.Así como Ayotzinapa le provocó la mayor crisis política al gobierno de Peña (que por cierto detuvo en dos ocasiones al capo Joaquin “El Chapo” Guzmán, padre de Ovidio, la primera vez en Mazatlán y la segunda en Culiacán, sin que ocurrieran rebeliones que lo obligaran a liberarlo como le sucedió a AMLO), para López Obrador el vergonzoso episodio del jueves en Culiacán es la primera gran crisis a menos de cumplir un año de gobierno que no dejará de crecer mientras no se dé una versión única y completa de lo ocurrido que ponga fin a todas la información contradictoria que se ha dado hasta hoy.Lejos de profundizar en los errores cometidos en el operativo de detención de Ovidio, que permitieron que los sicarios del cártel de Sinaloa los doblegaran y humillaran, el Presidente ha insistido desde el viernes, todos los días, que liberarlo fue la mejor decisión porque evitó una matanza.Pero lo cierto es que esa señal de debilidad del Estado Méxicano al doblarse ante las amenazas del narco de afectar a la población solo agravarán los niveles de impunidad y descomposición social que alcanza la mezcla corrupción y narcotráfico.Se le debe detener cuanto antes, de lo contrario, el Caso Ovidio será irremediablamente un Ayotzinapa que debilitará al presidente más poderoso de la historia reciente de México.jbarrera4r@gmail.com
