Primero fue en una entrevista en su propio canal de televisión, TV Azteca, donde Ricardo Salinas Pliego dijo que el aislamiento social era una mala medida. Luego quiso, con argumentos incomprensibles, defender que las empresas de venta de electrodomésticos a plazos y con intereses exorbitantes (como la suya) deberían ser consideradas esenciales y permanecer abiertas durante la pandemia. Como nadie lo peló, su conductor estelar, Javier Alatorre, llamó a la población a no hacer caso al subsecretario de salud y vocero del gobierno en la conducción de las medidas contra la epidemia de Covid-19. La única forma de entender esto es como un llamado explícito, en TV abierta, a la desobediencia que hubiese sido considerada como un acto de traición a la Patria, pero como es amigo del presidente, éste no lo llamó prensa fifí, ni divulgador de fake news, ni le echó encima a los bots, sólo dijo que se había equivocado.Jair Bolsonaro, al igual que todos los presidentes populistas, se niega a acatar las medidas de restricción que recomienda la OMS para combatir la pandemia porque eso va en contra de su proyecto personal. Como su secretario de salud, que estaba preocupado por el bienestar de los brasileños, no compartió la visión del presidente, éste lo destituyó y nombró uno obediente. Acto seguido llamó a un mitin para demostrar que al pueblo la epidemia le hace lo que el viento a Juárez.Lo que hay en común en la visión de Bolsonaro y Salinas Pliego es un pragmatismo donde primero están sus intereses que la salud. Si se mueren el doble, el triple o hasta cuatro veces más personas por el virus, sostienen, es más barato que detener la economía. Ambos comparten una visión que tiene un profundo desprecio por los más débiles, que son los más vulnerables a la pandemia y que raya en el fascismo, Que lo diga Bolsonaro no le extraña a nadie: con esa oferta neofascista llegó al poder. Lo que extraña en el caso de Salinas Pliego es que se trata de uno de los empresarios más cercanos al presidente López Obrador, destacadísimo miembro de la nueva mafia del poder que ha recibido grandes contratos del gobierno sin licitación, uno de ellos en claro conflicto de interés pues el secretario de Educación, que es de donde salió el contrato, era empleado de Grupo Salinas (en cualquier país medianamente democrático ese contrato no pasaría y sería motivo de escándalo). El ataque de TV Azteca a López Gatell no puede ser interpretado sino como fuego amigo, una evidencia de que no hay una visión compartida dentro del gobierno de López Obrador sobre cómo enfrentar la epidemia, lo que dificultará la toma de decisiones, sobre todo en la etapa crítica que está ya a la vuelta de la esquina.diego.petersen@informador.com.mx
