El poder es como un vino oscuro que primero seduce, luego domina, y al final pudre.No lo notas cuando das el primer trago: te gusta, te calienta la sangre, te eleva, te convence de que todo está bajo control. Pero a cada sorbo, el alma se vuelve más torpe y el juicio más ciego. Entonces ocurre el hechizo: la mente embriagada empieza a creerse diosa.Bien lo advirtió el viejo Platón, en su República, cuando describía al tirano como el más esclavo de los hombres, dominado por sus pasiones y fantasías. Quien se cree libre por su poder, en realidad ha perdido su libertad interior. Y en ese extravío se revela lo más peligroso: la ilusión de impunidad. “Puedo comprar la ley, torcer la justicia, callar conciencias”, murmura el poderoso en su espejo.Y el espejo le devuelve la sonrisa de un narciso sin alma.Desde la psicología moderna, Ronald Riggio señala que el poder altera la autopercepción: genera una sensación de excepción, de estar por encima de la norma, de ser la medida del bien y del mal. Esa distorsión cognitiva anestesia la empatía y mata la compasión.El poderoso deja de ver personas; solo ve piezas que se mueven a su voluntad. Y cuando el dinero se suma a ese trance, el mundo se convierte en un teatro privado donde todos bailan al ritmo del oro.Pero el poder no inventa la corrupción: solo amplifica la que ya existe en las cavernas de la mente.Es un micrófono del alma. Si dentro hay nobleza, la potencia; si hay sombra, la multiplica. Por eso hay líderes que ascienden y se vuelven sabios, y otros que se pudren envueltos en perfumes de vanidad, codicia y lujuria.No los corrompe el poder: solo revela lo que ya estaba podrido.Foucault advertía que el poder no se posee, se ejerce, y al hacerlo, transforma al sujeto. Lo moldea, lo hipnotiza, lo encierra en la jaula de su propia influencia. El poderoso acaba habitando un mundo donde nadie lo contradice, donde el eco reemplaza al diálogo.Y sin el espejo del otro, el alma se desfigura.Así, el poder no es un privilegio: es una prueba espiritual.Quien lo recibe, bebe fuego.Y si no tiene templanza, se quema por dentro, hasta que lo que fue un hombre termina siendo solo humo: una sombra de lo que alguna vez creyó ser.Por eso viven una vida doble, llena de hipocresía y mentiras; el poder que creen dominar los ha hecho esclavos, y viven en su propia prisión, atrapados en su megalomanía narcisista.dellamary@gmail.com