Sábado, 20 de Abril 2024

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8 de marzo

Por: Eugenio Ruiz Orozco

8 de marzo

8 de marzo

Desde muy remotas épocas, los seres humanos conmemoramos -mantenemos vigentes en nuestra memoria- hechos, personajes y acontecimientos para evitar su repetición, exaltar las virtudes de alguien o señalar fechas que, por su trascendencia, no deben ser olvidadas. En ese orden de ideas, se inscribe el día 8 de marzo. Su significado es mayúsculo porque tiene que ver con un añejísimo tema: la equidad de género. En muchas culturas, la mujer ha desempeñado un papel secundario: el hecho de que en la cosmogonía judeocristiana la mujer haya sido creada de la costilla de un hombre señala un nivel de dependencia y subordinación contra el que han tenido que luchar por los siglos de los siglos. Su papel e influencia, aunque en algunas ocasiones haya sido muy importante, siempre apareció como algo excepcional. La Reina de Saba, Cleopatra, las Reinas Isabel y Victoria de Inglaterra, Catalina la Grande en Rusia, científicas como Madame Curie, escritoras como Aurora Dupin, quien firmaba como George Sand (sobrenombre masculino utilizado para ser aceptada en los círculos intelectuales) o Sor Juana Inés de la Cruz, son mujeres que superaron los desafíos de sus tiempos.

Hoy, por su propio esfuerzo, las mujeres han logrado alcanzar mejores condiciones para el desarrollo de sus capacidades: Golda Meyer, Indira Ghandi, Margaret Thatcher, Ángela Merkel e innumerables políticas, científicas, empresarias, profesionistas, intelectuales, universitarias, artistas y deportistas ocupan espacios antes reservados solo para varones. Sin duda, la transformación de nuestra realidad es consecuencia del impulso de millones de mujeres.

El mundo del futuro es inimaginable sin el concurso de las mujeres en condiciones de equidad, sin embargo, no debemos olvidar que a lo largo de la vida, y es sobre lo que quiero llamar la atención, muchas han sido capaces de enfrentarse, solas, a la adversidad. Pienso en las jóvenes que se levantan a las cinco de la mañana para trasladarse a sus escuelas o a la universidad, en las mujeres trabajadoras, las que son padre y madre. Pienso en las miles de migrantes que abandonan su tierra original; pienso en aquellas para las que no existe corresponsabilidad, sino abuso; en las niñas que piden limosna en las esquinas y en la injusticia de sus vidas que apenas inician. Pienso en aquellas que dan todo sin esperar recompensa, pienso en mi madre, inspiradora y motor de mi vida, la que, cargando sus ilusiones, nos trajo de la ceca a la meca, y en quienes nos enseñaron a amar a la Patria y dar la mano al necesitado.

Pienso en todas aquellas que no van a los mítines ni a las marchas de protesta porque tienen que ganarse el pan cada día, pienso en esas mujeres que, en el anonimato, sueñan y trabajan y aman y odian y abrazan sus ilusiones en el frío de una casa tan precaria como sus vidas y, también, admiro a las mujeres que son capaces de gritar en la plaza pública por la hija, la hermana y la amiga violentada, desaparecida o asesinada: 8 de marzo, ¡todos los días!

eugeruo@hotmail.com

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