Miércoles, 08 de Mayo 2024
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100 años

Por: Antonio Ortuño

100 años

100 años

Me parece que somos muchos los que conservamos memorias notables asociadas con la lectura de EL INFORMADOR. Mi abuelo nunca estuvo suscrito al diario, que yo recuerde, sino que caminaba a lo largo de la avenida de Las Rosas, en Chapalita, y lo adquiría en un puesto de revistas que estaba (y está aún, creo yo) en la esquina con avenida Tepeyac. Creo que era una suerte de rito y su disfrute de la lectura comenzaba desde el paseíto. Su periódico había sido el Excélsior (publicación “nacional”, es decir, de la capital) pero luego del “golpe” y la salida de Julio Scherer y los principales columnistas y colaboradores, mi abuelo le perdió el interés y se pasó a las filas de lectores del “Info”.

Lo recuerdo sentado en una mecedora, medio oculto detrás de la sábana del diario abierto (a veces se dormía con el diario en las manos y se le escuchaba roncar quedamente). Yo me las arreglaba para agenciarme la sección deportiva, que era mi favorita (desde niño fui chiva militante), aunque para leer la página de tiras cómicas debía esperar a que mi abuelo terminara el crucigrama, lo que podía llevarse un rato, según su agudeza del día (nunca dejaba uno sin resolver, vicio compartido con mi abuela, quien de hecho se compraba revistas exclusivamente de crucigramas). Distraía la espera con el Aviso de Ocasión y me concentraba, debo aceptar, en los anuncios que ofrecían gatos en venta. Siempre quise un gato, de niño, pero mi madre se resistía. Opinaba, muy sensatamente, que ella terminaría por ser quien se hiciera cargo de la alimentación y limpieza del bicho.

Gracias a EL INFORMADOR, pues, nutrí mi afición deportiva infantil y conocí a Rex Morgan, Snoopy, Mandrake, Popeye y demás fauna ilustrada. Por sus páginas comencé a interesarme en la política local, con la columna de don Jaime García Elías. Y allí puso mi madre los anuncios en que promovía sus sesiones de lectura de cartas, actividad con la que nos mantuvo durante varios meses por ahí de 1990, mientras conseguía un empleo mejor remunerado que el acababa de dejar. Por años, conservé el ejemplar del 8 de junio de 1987, en el que la nota principal de portada era el campeonato de liga conseguido por las Chivas la tarde anterior (mi hermano lo tiró un día la basura, junto con mi póster autografiado por el equipo y es hora que no se lo perdono).

Hace ya seis años que soy columnista de este diario. Comencé el 4 de septiembre de 2011. Sostener una publicación semanal sin repetirse ni aburrir a los lectores (y ni se diga si uno, como es mi caso, dobletea, porque además escribo en el suplemento Tapatío) no es cosa simple. Hay, claro, días mejores que otros y quizá alguna columna que llega uno a lamentar haber publicado. Ni modo. Lo que puedo decir es que la satisfacción de publicar en este diario, el que leyeron mis abuelos y mi madre es incuestionable. Feliz siglo para El Info.

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