Viernes, 26 de Abril 2024

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* “Mata-perros”

Por: Jaime García Elías

* “Mata-perros”

* “Mata-perros”

Si, conforme al refranero, “al que mata un perro le dicen ‘mataperros’”, ¿qué tiene de sensacional que a un portero que acepta en su portería un gol que en circunstancias normales hubiera evitado, con relativa facilidad incluso, lo llamen “coladera”, y que sus críticos se pronuncien porque se le exhiba públicamente, quitándole la titularidad en su equipo…?

Fueron los casos de Chuy Corona, del Cruz Azul, en el partido de la cuarta Jornada del Torneo de Clausura, ante el Toluca, y de Guillermo Ochoa, del América, la semana pasada, en el de la quinta ante el Querétaro.

En el primero, Corona fue sorprendido por un disparo, violento pero franco,  de Leo Fernández, desde fuera del área, ya en tiempo de compensación, que significó el empate (3-3) para el Toluca… y una frustración más -la enésima, para ser exactos- para los simpatizantes del Cruz Azul. En el otro, Ochoa no consiguió cortar un centro generado por la izquierda, y Nahuelpán, a sus espaldas, remató de cabeza con relativa facilidad. El gol, a la postre, sería irrelevante, porque los capitalinos ganaron, como visitantes, por 2-1.

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Los porteros que admiten goles que normalmente no admitirían, pasan a ser, ipso facto, palos caídos de los que todos hacen leña. Se explica, por tanto - aunque de ninguna manera se justifica-, que eso que algún imaginativo llamó “el respetable” (la turba de los relatos evangélicos, las redes sociales en la actualidad) se pronuncie, mediante gritos destemplados, reforzados por expresiones burlescas u ofensivas, por la remoción de dos porteros que a lo largo de su carrera han dado probadas muestras de solvencia -ambos han sido seleccionados nacionales-... pero a los que un buen día (mejor dicho: un mal día) les dio por convertirse en ejemplos vivientes de la sabiduría de una de las canciones de Manoella Torres: “Lo perfecto es inhumano”.

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Aunque ni los entrenadores ni los dirigentes o propietarios de los equipos profesionales son impermeables ni a las críticas fundamentadas ni a los alaridos injustificados, tanto Robert Dante Siboldi -quien, además, fue un excelente arquero-, en un caso, como Miguel Herrera, en el otro, dieron a los errores de sus porteros su justa dimensión.

Ni Chuy ni Memo se habrán escapado de las correspondientes llamadas de atención… pero de ahí a que se les exhiba como “coladeras” o se les mande al infierno de los réprobos, media un abismo.

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